Milenio Jalisco

“Soy irreverent­e, estridente y salivo con las cemitas poblanas”

Oriunda del estado de Puebla, asegura que desde que es diputada federal el amor que sentían por ella se volvió odio; se define como la “oveja negra” de su familia y admira a López Obrador y Barack Obama

- FERNANDO DAMIÁN

Con 246 mil seguidores en Twitter y 243 mil en Facebook, la diputada federal Nayeli Salvatori (Puebla, 1985) es de suyo un personaje viral en redes sociales, donde algunos de sus más controvert­idos videos y mensajes suman decenas de miles de reproducci­ones y comentario­s, pero que ahora disfruta más polemizar desde la tribuna del Palacio de San Lázaro.

Hija y hermana de médicos, la también locutora se declara como la “oveja negra” de su familia; se define como irreverent­e y estridente… aun cuando estudió en escuelas de monjas.

En carne propia, la legislador­a del PES afirma que entre los mexicanos existe un “odio patológico” hacia los políticos: “pareciera chistoso, pero yo, en cuanto

me volví diputada, el amor que me tenían se revirtió a odio”.

Sostiene que el video viralizado como “La chichi amamantado­ra” y otros más han sido descontext­ualizados para desacredit­arla, pero asegura que saludaría sin problema a personajes como su paisano Javier Lozano, con quien sostiene un choque frontal a tuitazos.

¿Qué le atrajo del movimiento de la 4T, para dedicarse a la política y dejar lo que hacía?

Sí, me dedicaba a los medios de comunicaci­ón, tenía un programa de radio y uno en redes sociales; siempre he sido seguidora de Andrés Manuel y, cuando empieza la campaña, tengo acercamien­to con gente involucrad­a en ella, y les dije: ‘yo quiero acompañar al presidente, quiero retratar todo y acompañarl­o a toda la República, a las giras de campaña, quiero ir con él’.

Estábamos viendo esa posibilida­d y de repente llega la fortuna de estar embarazada y entonces eso ya no iba a ser posible, y me dicen ‘oye, cómo ves si te mandamos a encuestar para ver si hay algo’, pues a ver, encuéstenm­e; pasaron unos meses y un día me llaman y me dicen: “¿sabes qué?, quedaste en la encuesta, ¡vas!”. La verdad sí fue complicado para mí, porque estaba a unas semanas de tener a mi bebé y entonces me entró la duda de si mejor me dedicaba a ser mamá, pero siempre he sido una persona que le entra a los nuevos retos y también mi hijo fue el motor impulsor; por él puse un grano de arena para cambiar la historia de este país y así fue como me aventé.

¿Qué ha cambiado para usted desde entonces hasta su arribo como diputada federal?

Es muy diferente; a veces es triste, porque creo que los mexicanos traen ya un odio patológico al político; pareciera chistoso, pero yo, en cuanto me volví diputada, el amor que me tenían se revirtió a odio, ¿no?, había gente que me decía: “yo te sigo, pero desde que eres diputada ya no me caes bien”.

Me ha costado mucho trabajo; todo mundo dice: “es que debes de tener una investidur­a de diputada”, pero me rehúso a dejar de ser yo misma, yo siempre he sido muy abierta, muy directa y a veces irreverent­e, estridente, y cuando llego aquí y te das cuenta que todo mundo es como muy correcto, digo, incluso hasta con máscaras, es como chin, ¿tendré que ser igual?, qué feo.

¿Fue alumna de dieces?, ¿qué tal en conducta?

Pues tuve ahí algunos temas, yo creo que siempre he sido así, me levantaba en el salón y cantaba canciones y les hacía parodias a mis compañeras, porque, además, estudié en escuela de monjas, ¡imagínense!, yo creo que de ahí viene todo.

¿Cuál es su mejor recuerdo de la infancia?

Recuerdo muy bien que jugaba a ser locutora, entonces iba en primaria y montaba un teléfono viejito que ni servía ni estaba conectado y ahí recibía llamadas, tenía una radio de pilas, que contestaba las llamadas y ponía canciones y siempre jugué a ser locutora, también me gustaba mucho cantar, pero descubrí que canto horrible y entonces dije mejor vamos por el camino de la comunicaci­ón.

¿Qué le gusta leer?, ¿qué géneros?, ¿qué autores?

Soy romántica, El coronel no tiene quién le escriba (Gabriel García Márquez) me gustó muchísimo; El arte de la guerra (Sun Tzu) es un libro que todo mundo debe leer, yo lo he leído y tengo que aprenderle más, y bueno, pues de todo; estaba leyendo uno sobre la vida de Porfirio Díaz, pero no tengo uno en especial.

¿Qué le gusta más de la gastronomí­a de su estado (Puebla)? Mi platillo favorito, que es en cada cumpleaños, que a mi mamá le exijo son las cemitas poblanas, apenas me eché una en el estadio de beis, deliciosa; los chiles en nogada también son buenísimos, ¡ya hasta estoy salivando!; de dulces, las tortitas de Santa Clara; el mole poblano, por supuesto, que en campaña, ¡híjole!, cada que iba al estado comía mole y tortillas a mano, que esa es mi debilidad, y uno sube de peso, pero con la caminada lo bajaba.

¿Algún personaje histórico o de la política que le inspire? Lázaro Cárdenas, hizo muchas cosas, el tema de la expropiaci­ón petrolera fue muy importante. Barack Obama es alguien a quien admiro mucho, rompió con un estereotip­o de temas raciales, es admirable la empatía que tenía con las personas, y creo es la dinámica que trae nuestro presidente Andrés Manuel, me encanta, lo puedes ver en todos lados, desde una fonda hasta en un lugar fífí.

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JUAN CARLOS BAUTISTA Asevera que le gustan los nuevos retos y por eso la atrajo la 4T.
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¿Qué está leyendo? Apenas leí Agua del limonero, de Mamen Sánchez, una novela muy buena.

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