Momentos que marcan
No importan los planes que uno haga, las hojas de ruta o la visión que uno tenga de su vida, de su desarrollo profesional o de su plan de gobierno. La realidad siempre nos depara algunos eventos inesperados que pueden marcar la vida personal o el desempeño profesional. Siempre habrá momentos oscuros o gloriosos, quizás, que pueden sacarnos de ese camino planteado y obligarnos a replantearlo, para bien o para mal. A los gobiernos les pasa lo mismo. Ante esos momentos definitorios, la reacción es crucial. Lo sabe bien Peña Nieto, cuyo sexenio no solo fue marcado por el escándalo de la
Casa Blanca, sino también por su reacción ante el mismo. No solo se trató del caso de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, también fue el “ya me cansé” del entonces procurador. La tragedia de la guardería ABC fue una de las marcas del sexenio de Felipe Calderón y la reacción del gobierno dejó mucho qué desear.
La realidad en México nos está dando una buena dosis de momentos cruciales y la reacción del presidente empieza a marcar una pauta. El asesinato de 14 personas en Minatitlán, incluyendo un bebé, es el más reciente. Ante la masacre, el silencio. La ausencia del presidente y de su gabinete. Ni un mensaje de la secretaria de Gobernación, ni siquiera un tuit. El presidente apareció hasta el día siguiente con un tuit bíblico; un mensaje lleno de ira y de resentimiento, propio del Antiguo Testamento (aunque la alusión a los “sepulcros blanqueados” es del Nuevo Testamento). Ayer en su conferencia matutina, el presidente apenas hizo alusión al tema avisando que iría a Minatitlán este viernes, pero no hubo en sus palabras condolencias ni empatía. Tampoco existió una condena, ni siquiera interés en esclarecer lo sucedido. Sí hubo en cambio, reproches, condenas y algunas promesas ambiguas.
Sin duda este gobierno hereda de los anteriores una situación descompuesta en términos de seguridad y de violencia. Pero para resolver los problemas, lo primero que hay que hacer es asumirlos. Culpar al anterior puede funcionar un rato, pero como estrategia es bastante breve. López Obrador podrá seguir estirando ese plazo algunas semanas más, pero la ciudadanía empezará a exigir resultados. Sí, los resultados que él mismo prometió que llegarían casi de forma instantánea. Ojalá que el presidente tenga una respuesta mejor que culpar al pasado, al neoliberalismo, a la corrupción, a los conservadores o a los fariseos. Las frases hechas y los dichos populares serán insuficientes para responder a la sociedad y cambiar la realidad.
Desafortunadamente para el presidente y contrario a las expectativas que ha generado, el tema será muy complicado de resolver. No se resolverá con programas sociales, ni con transferencias, tampoco con llamadas de atención. No bastará con desestimar la información, incluyendo las propias cifras oficiales, privilegiando “sus” datos.
El presidente está desaprovechando las oportunidades que el país le está dando en más de un ámbito. La masacre de Minatitlán le abría una puerta para mostrar empatía o por lo menos indignación ante lo sucedido; pero él optó por cerrarla. ¿Cuánto tiempo más podrá excusarse culpando a los demás, al pasado, de lo que sucede hoy? No mucho más.