Ojalá AMLO no baje la gasolina
Fue una de sus principales promesas de campaña. López Obrador se comprometió a reducir el precio de la gasolina de ganar la presidencia. Ya en el poder ha reiterado en diversas ocasiones su intención de hacerlo. ¿Cumplirá con su palabra? Espero que no.
Hasta ahora no lo ha logrado. La frustración de AMLO ante la necedad de los precios del combustible a disminuir por decreto lo motivó la semana pasada a culpar a los gasolineros. Los acusó de abusar y de quedarse con parte
de los estímulos fiscales. Para presionarlos, decidió publicar una lista de “quién es quién”, en la que se exhiben las empresas que venden la gasolina más cara. Su estrategia no parece haber tenido éxito.
Lo cierto es que la culpa de que los precios no hayan bajado no es de los gasolineros sino del mercado. Desde enero de 2017 se empezaron a liberalizar los precios del combustible en México. Existen parámetros que acotan su rango, pero Pemex ya no es quien determina el precio de venta al público; y qué bueno. La gasolina se obtiene del petróleo y el precio del petróleo lo determina el mercado internacional. Los precios de la gasolina y el petróleo deben estar ligados. De lo contrario se corre el riesgo de que el gobierno tenga que subsidiar a los automovilistas, como lo hizo por muchos años el mexicano con un enorme costo para las finanzas públicas.
A partir de que tomó el poder López Obrador, el precio del petróleo se ha disparado. En lo que va del año, el del crudo de referencia, el WTI, se ha incrementado 45%. Es difícil pensar en una reducción en el precio de la gasolina ante un aumento así.
Para cumplir con su promesa, AMLO tendría que subsidiar la gasolina con miles de millones de pesos, dinero que el gobierno no tiene. Además, hay muchos otros grupos que requieren de apoyo público antes de los automovilistas. En términos relativos, su condición económica no es mala. Definitivamente existen segmentos de la población más necesitados.
En otras palabras, espero que López Obrador esté consciente de lo que implicaría forzar una reducción en el precio de las gasolinas en estos momentos. El agujero presupuestal sería significativo y los beneficiados no los más indicados. Estoy consciente de que una gasolina cara puede tener un costo político enorme. Sólo hay que preguntarle a Peña. Su popularidad se desplomó a raíz del gasolinazo de 2017. Sin embargo, AMLO debe resistir la tentación de poner lo popular sobre lo correcto. Tiene la aceptación necesaria para hacerlo.
Mientras que el aumento en el precio del crudo ha complicado que bajen los precios de la gasolina, ha representado un salvavidas para la emproblemada Pemex. Y vaya que lo necesita. Es la empresa petrolera más endeudada del mundo. Está a punto de perder el grado de inversión. Lo último que debe hacer el gobierno de López Obrador es canalizar los beneficios a subsidiar la gasolina.