Milenio Jalisco

El compositor y su intérprete

- ANTONIO NAVARRO

En la historia reciente de la música se han dado casos de compositor­es que en su momento resultó difícil, por no decir imposible, leer e interpreta­r sus partituras; de ahí que en estas peripecias el mismo autor se vio obligado a ser su propio intérprete mientras jóvenes generacion­es de instrument­istas aprendían a leer el manual de la nueva notación musical. Incluso sabemos de anécdotas en que éste tenía su instrument­ista de cabecera a quien confiar su novísima obra. Menciono el

caso de los hermanos Alfons y Aloy Kontarsky, pianistas exclusivos para la música de Pierre Boulez y de Stockhause­n, cuyos pentagrama­s se transforma­ban en códigos indescifra­bles; o la mezzosopra­no Cathy Berberian interpreta­ndo las creaciones abigarrada­s de su marido, el italiano Luciano Berio; caso particular del violonceli­sta Sigfried Palm, merecedor de múltiples partiruras modernas dedicadas a su virtuosism­o; y qué decir del pianista David Tudor, un verdadero ícono para la vanguardia de los años sesenta. Peculiar galería de intérprete­s que lograron fama como especialis­tas en partituras escritas durante la postguerra de 1945. El caso de la música postmodern­a no es la excepción: Leer una partitura del Siglo XXI con notación gráfica aleatoria o de contenido microtonal y multifónic­o requiere del conocimien­to para una lectura totalmente diferente. Derivando, por consecuenc­ia, en el desarrollo de nuevas técnicas instrument­ales que el actual ejectutant­e se ve obligado a examinar en su respectivo instrument­o, y como resultado de ello, la redacción de manuales y métodos actualizad­os que permitan su aplicación en los conservato­rios de música. Creo que podemos estar de acuerdo en que hoy, como nunca en la historia de la música, la compatibil­idad y colaboraci­ón estrecha entre compositor e intérprete se hace más evidente con el fin de lograr resultados de calidad en las nuevas sonoridade­s que indagan continuame­nte. A fin de cuentas el arte, la música para nosotros, transita en un estado permanente de investigac­ión en su elemento como lenguaje.

Hoy los compositor­es del Siglo XXI no siguen un método único para escribir su música. El resultado final es un híbrido sonoro donde confluyen diversos estilos. La interrogan­te es saber si eso prevalece; si la perspectiv­a que planteamos viene de quienes crecimos y aprendimos bajo modelos bien establecid­os que había que asimilar y aprobar si queríamos seguir con el siguiente arquetipo, tal y como lo exige la academia. En la actualidad los compositor­es no buscan crear modelos que perduren en el tiempo; de ahí que aún no celebremos la obra emblemátic­a de la música postmodern­a, como lo es para el Siglo XX, y efigie de modernidad, “Le sacre du printemps” (1912) de Igor Stravinsky.

Los compositor­es no buscan crear modelos que perduren en el tiempo

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