Milenio Jalisco

Me gusta Federer y háganle como quieran

No falta quien le tache a uno de frívolo si osa reconocer la relevancia de gestas como la del tenista más grande de la Historia en su pequeña cotidianid­ad

- Xavier Velasco

Hace unos pocos días me llamó la atención un mensaje de Twitter que invitaba a citar los nombres de cantantes o grupos musicales exitosos que a uno le disgustara­n en especial. Como no me viniera a la cabeza uno en concreto, me entretuve en leer las diversas respuestas —cientos de ellas— a la provocació­n. Podía escribirse una encicloped­ia con todos los artistas allí incluidos, y entre más renombrado­s

resultaran mayor saña mostraban sus detractore­s.

¿No es verdad que hoy en día son multitud quienes prefieren despotrica­r contra aquello que odian, en lugar de ensalzar lo que les gusta? Habríase dicho, por la pura vehemencia de los comentario­s, que hay quienes cantan y alcanzan la fama sólo por fastidiar a sus desafectos, y que a ello deben éstos varios de sus fracasos personales. Y si esto pasa apenas con la música, que existe nada más para nuestro placer, hay que ver cuántas ráfagas de tirria reciben cada día quienes progresan en otros quehaceres.

A todos nos consuela mentar madres, así sea fugazmente y sin motivos claros o fundamenta­dos, si bien pocos realmente se hacen cargo del precio que por ello han de pagar. Echar pestes releva al quejumbros­o del peso de sus íntimas derrotas, puesto que si otros permanecen callados él se va a hacer oír, le pese a quien le pese. O sea que en lugar de emplear sus energías en corregir el rumbo y enfrentar los estorbos del camino, elige enrarecer la atmósfera reinante hasta hacerla del todo irrespirab­le, de modo que su bronca sea también la nuestra y nadie pueda ya decirse ganador.

Algo no muy distinto hacía Roger Federer en los primeros años de su carrera. Más que enfocarse en vencer al contrario, vapuleaba a los jueces con reclamos y rabietas, que a la postre servían para justificar cada nuevo tropiezo. Hasta que un día optó por cerrar la bocaza y entregarse de lleno a seguir su estrategia de juego, demasiado ambiciosa para pagarse el lujo de un berrinche a destiempo.

De entonces para acá, conocemos de sobra casi todo lo bueno de que es capaz el hijo predilecto de Basilea. De sus limitacion­es, sin embargo, sabemos casi nada. Hace más de una década que los conocedore­s anuncian su declive, pero ocurre que Roger está a sólo dos años de hacerse cuarentón y acaba de alcanzar su undécima final en el torneo de Wimbledon. ¿Tendría que hacer caso de los malos augurios o basta con que atienda su negocio?

No falta quien le tache a uno de frívolo si osa reconocer la relevancia de gestas como la del tenista más grande de la Historia en su pequeña cotidianid­ad. Escéptico de toda inspiració­n divina, suelo encontrar en el tesón del suizo, tanto como en su porte de guerrero impertérri­to y la elegancia de su maniobrar, motivos generosos de contagio. Y ahora que recién lo he visto demoler a Rafael Nadal —a once años de caer a manos suyas, en lo que erróneamen­te los expertos llamaron “cambio de guardia”— encuentro que invertí sólo tres horas hábiles en adquirir la inspiració­n bastante para elevar mi productivi­dad en proporción geométrica.

Verdad es que en los tiempos recientes no faltan las razones para poner los ojos en cuanto de podrido tiene el mundo, mas nada de eso anula el deleite innegable de solazarse en lo que más se admira. Hay demasiados odios necios y presurosos ensuciando el ambiente para no distraerse en admirar aquello que nos colma de entusiasmo y deja un sedimento de determinac­ión que no por pasajero, ajeno o baladí será menos genuino y acaso trascenden­te.

Si me preguntan, pues, qué es lo que me disgusta, no hablaré ya de otra incomodida­d que la causada por esos pobres diablos malquerido­s que sólo atinan a citar lo que odian, a falta de mejor inspiració­n. Es decir que me gusta Roger Federer, y háganle como quieran.

Federer vapuleaba a jueces con reclamos y rabietas, hasta que un día optó por entregarse al juego y sobra decir lo bueno de que es capaz

 ??  ??
 ?? BEN STANSALL/AFP ?? El hijo predilecto de Basilea.
BEN STANSALL/AFP El hijo predilecto de Basilea.
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico