El espejismo del peso
Dicen que la variable macroeconómica favorita de López Obrador es el tipo de cambio. Bajo este exclusivo criterio, el país va viento en popa. Como sabemos, la realidad es muy distinta. Enfocarse exclusivamente en el peso no solo disfraza los enormes problemas que enfrenta el país, también representa una peligrosa coartada para que el Presidente justifique sus malas decisiones.
Hace unos días, en respuesta a un reporte de un banco internacional en el que afirmaba
que México se encuentra en una recesión técnica, López Obrador dijo: “No veo amenaza de recesión. ¿Por qué no dicen que el peso es la moneda que más se ha fortalecido en el mundo con relación al dólar?”
En efecto, el peso ha estado muy fuerte en los meses que AMLO lleva en el poder. Pero esto no significa que no exista una amenaza de recesión. Por supuesto que sí. La economía ya se contrajo en el primer trimestre del año. Todos los pronósticos apuntan a que el crecimiento para 2019 estará, si bien nos va, apenas por encima de 1%. Podemos debatir qué constituye una recesión y si nos encontramos o no en una, lo que es un hecho es que la situación económica del país no es buena.
Son buenas noticias que el tipo de cambio esté estable, pero alrededor de este oasis hay un desierto repleto de minas. Además del bajo crecimiento, están la delicada situación de Pemex, la caída en la inversión privada y la falta de confianza, por mencionar algunas.
Habrá también que ver qué tan real es el oasis del tipo de cambio y si no resulta ser un espejismo. La razón principal por la que el peso está tan fuerte es porque el gobierno está pagando de las tasas de interés reales más altas del mundo. Basta ver el diferencial entre lo que pagan los bonos del gobierno de EU (alrededor de 2%) y los nuestros (más de 8%) para entender por qué es atractivo para los inversionistas internacionales invertir en renta fija en México.
El problema es que ese dinero es golondrino. A diferencia de la inversión directa, puede salir del país de un día para otro. Si las circunstancias cambian, ya sea, por ejemplo, porque la diferencia en tasas se reduce o porque nos bajan la calificación de la deuda de Pemex a “chatarra”, los inversionistas pueden apretar un botón en sus terminales y adiós.
Quizá mi mayor preocupación sobre el sobreenfoque del Presidente con el tipo de cambio es que tome su comportamiento como una validación de sus políticas económicas. Decisiones que deberían forzar la introspección y el cambio de rumbo pueden ser percibidas como acertadas debido a que el peso se ha mantenido estable.
La lista es larga: la cancelación del aeropuerto, la construcción de Dos Bocas, la reciente renuncia de Carlos Urzúa. En todos estos casos el peso se depreció en un inicio solo para recuperarse en poco tiempo. Interpretar esta reacción como una señal de que los mercados, tras un susto pasajero, acaban aprobando sus decisiones es un error.