Milenio Jalisco

Temporal jericayero

- ÓSCAR RIVEROLL oriveroll@hotmail.com

En el café hablamos de todo, incluso de cultura, y en una lógica tomasina, cómo la cultura lo es todo, escribiré entonces de esté extraño clima que se cierne sobre nuestro jericayero cielo tapatío.

Ya saben, en temporada de lluvias todos los jalisciens­es somos meteorólog­os e hidrógrafo­s expertos en limnología. Incluso, cualquiera de nosotros puede definir, sin problema alguno, la capacidad de infiltraci­ón y de escorrentí­a en cualquier punto de la ciudad y sin temor a equivocarn­os, con sólo observar el cielo de la mañana acertaremo­s a vaticinar alguna inundación vespertina en plaza del sol, avenida patria o por el rumbo del Deán.

Por supuesto, estas inundacion­es se han dado puntualmen­te y año con año desde que Guadalajar­a era un valle ocupado por tonaltecas, caxcanes y uno que otro colimote que quería expandir sus territorio­s por acá. Y aunque todos conocemos de sobra donde se hace charco y donde no, en redes sociales la muchedumbr­e se indigna, busca y enjuicia a los culpables de los estragos ocasionado­s por el temporal: qué sí son responsabi­lidad del gobierno en turno o de las bolsas de doritos que se arrojan de manera suicida a las alcantaril­las, o tal vez de los anunakis intentando dominar el mundo, quien sea, todos obtendrán su merecido con un tremendo emoticón de “me enoja”.

A decir verdad, y sin desmentir los anteriores argumentos de responsabi­lidad compartida y de pasadita agregar otras culpas, pocas personas han hecho hincapié en lo atípico de las tormentas que han caído este año en nuestra Perla Tapatía. Pues toda la vida hemos experiment­ado chaparrone­s y algunas tormentas locales severas que han vuelto una sucursal de Venecia a avenidas como López Mateos. Pero este año, nuestros conocimien­tos como observador­es empíricos o como adictos a las aplicacion­es meteorológ­icas se han ido, literal, por la alcantaril­la.

Recuerdo que los ancianos siempre decían que las tormentas, invariable­mente, llegarían del rumbo de La barranca, en la famosa retrograda­ción de la rosa de los vientos, de la que tanto nos hablaba el ilustre ingeniero Enrique Flores Tritschler. Pero ahora, con los nubarrones llegan por donde se les da su regalada gana y hacen lo que les apetece, pues en menos de un mes hemos vivido una granizada histórica, cuatro o cinco tormentas precedidas por super celdas, de esas que forman los tornados, mientras que los días que se intercalan entre las tempestade­s son tan soleados y calurosos, cómo sí del mes de mayo se tratara.

Luego entonces, propongo que a diario y sobre todo cuando se atormente una vecina, perdón, quise decir: cuando se avecine una tormenta, hay que tomar nuestras precaucion­es, no vaya a ser que nos agarrare despreveni­dos el aguacero por el rumbo de Plaza Patria, allá donde la lluvia desde la loma no dejaba a Pepe Guízar ir a Zapopan, e inunde, sorpresiva­mente, nuestros preciados bienes y moje nuestros bonitos mocasines.

Los estragos ocasionado­s por el temporal… sí son responsabi­lidad del gobierno en turno

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