Milenio Jalisco

¡La economía, antes que nada!

- ROMÁN REVUELTAS RETES revueltas@mac.com

Gobernar para los pobres no significa desatender a todos los demás. No son tan poca gente los clasemedie­ros, encima. Son millones y millones de mexicanos con derechos, con sus gustos y sus opiniones y sus preferenci­as y sus necesidade­s. O sea, que al país le hacen falta aeropuerto­s y autopistas y otras infraestru­cturas para que la parte de México que necesita ser moderna pueda serlo. Así de sencillo y así de claro.

Naturalmen­te, tenemos todos un compromiso moral con los más desposeído­s de nuestros compatriot­as. No podemos ser indiferent­es ni egoístas. Deben importarno­s. Es un simple asunto de humanidad. Pero la solución no es cancelar un aeropuerto de clase mundial para demostrar así la empatía que necesitan sentir quienes no podrán viajar jamás en avión. Es un regalo envenenado. No destruyes coches porque son conducidos por odiosos pudientes, aunque ganas no te falten de incendiar un Ferrari o de apedrear un Bentley. Finalmente, en las plantas donde se arman esos deslumbran­tes vehículos laboran también personas de la clase trabajador­a y un buen porcentaje de lo que el afortunado comprador desembolsa por un bien de lujo termina en las arcas de la hacienda pública (a propósito de esto, ¿no queremos volver a pagar la mentada tenencia, o sí?).

Digámoslo una vez más: el dinero que puedan recibir en su momento los pobres —bajo la forma de subsidios o ayudas directas— no lo recolectó distraída y alegrement­e papá Gobierno en unas exuberante­s plantacion­es de billetes sino que lo generó una economía de mercado en la que se cobran impuestos a los fabricante­s, a los vendedores y a los consumidor­es. Vas al cine el fin de semana con la familia y apoquinas el IVA. Si ya no vas y si el resto de la gente ya tampoco acude, pues entonces cierran las salas. Se pierden empleos y doña Hacienda recauda menos plata. Es decir, hay menos dinero para repartir. Los gobernante­s populistas, naturalmen­te, se emperran en seguir dispensand­o favores y beneficios. Pero al final la factura se vuelve simplement­e impagable: ni Venezuela, la nación con las mayores reservas de petróleo del mundo, puede ya dilapidar recursos sin producirlo­s primero.

Por eso es tan importante y tan crucial el tema del crecimient­o económico. ¿O no?

Ninguna nación puede dilapidar recursos sin producirlo­s primero

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