Obsesión por el narco
La obsesión mediática con Joaquín El Chapo Guzmán tiene cuerda para rato. El narcotraficante mexicano fue sentenciado a cadena perpetua y recluido en una cárcel de máxima seguridad donde nunca nadie más del común de los mortales lo volverá a ver, pero la añoranza de periódicos, revistas y medios electrónicos por el criminal se mantendrá viva al menos por un par de
años más.
Lo que viene ahora, y de hecho ya lo estamos viendo, es una serie de notas, reportajes y cronologías que nos recordarán las andanzas del sinaloense a lo largo y ancho del país. Son notas que se titulan así: “El día que El Chapo se enteró del secuestrodesushijos”o“Lamujerquetraicionó al Chapo y vivió para contarlo”.
Me dirán que los medios le damos a la gente lo que el pueblo quiere saber, y que por eso se publican (publicamos), material sobre el narcotraficante. Porque la saga de ese hombre mitad Robin Hood, mitad asesino despiadado, parece ser un producto de consumo de masas.Vendránahoralasentrevistascon quienes conocieron a Guzmán Loera, los recuentos de su riqueza, las remembranzas de sus fugas, el seguimiento a lo que hagan su madre, hijas y nietas. Estoy seguro de que los medios tendrán todos losdíasunojopuestosobrelafamosaprisiónSupermaxparaversieninviernohace frío bajo cero y sus internos sufren las inclemencias del tiempo, o si la comida que se sirve en ese centro penitenciario incluye tacos, frijoles y gorditas.
No termino de entender esa fascinación de los mexicanos por los narcotraficantes. Corridos, series de televisión, películas y ahora ropa de marca con el apododeuncriminalsemuevensinmayores problemas en un país que lucha por erradicar la violencia y la inseguridad. Me parece que enaltecer a los narcotraficantes corresponde a una frustración que sentimos hacia Estados Unidos, y que cualquiera que les venda droga, o que les dañe con cierta impunidad, merece categoría de héroe popular. Son más ricos y desarrollados que nosotros, peronoslosfregamos metiendoladroga bajo sus narices.
Así que no crea que encerrado El Chapo se acabarán las historias. Ahora habrá un escrutinio a su entorno y, tal vez, leyendas de cómo escapó de Supermax, pero hay una conspiración para no revelarlo.
No termino de entender esa fascinación por los narcotraficantes