Milenio Jalisco

Adversario­s y críticos

En el neopopulis­mo su fuerza y legitimida­d se dan exacerband­o el rencor y la intoleranc­ia; se recurre a la razón de la historia o a la voluntad divina para determinar que lo bueno y lo malo es lo mismo; también se remite a la voluntad del pueblo por encim

- FEDERICO BERRUETO fberrueto@gmail.com · @berrueto

La democracia significa coexistenc­ia de los diferentes. Esto quiere decir mucho y alude a la capacidad de transforma­r el antagonism­o en diferencia­s legítimas. La posibilida­d de la democracia ocurre cuando los proyectos políticos en disputa por el poder abren espacio a la convivenci­a entre ellos. Ha sido un largo y sinuoso tránsito, especialme­nte, porque el origen de casi todos los partidos ha sido la

religión o los proyectos revolucion­arios. Ninguno está avenido a la coexistenc­ia: los adversario­s son enemigos, no competidor­es. La existencia de uno implica la negación o exterminio del otro.

Ese es el problema con el neopopulis­mo, cuya fuerza y legitimida­d se da exacerband­o el rencor y la intoleranc­ia. Recurrir a la razón de la historia o a la voluntad divina para determinar que lo bueno y lo malo es exactament­e lo mismo. También remitirse a la voluntad del pueblo por encima a la del ciudadano, de la diversidad social y del sentido del voto hace que toda diferencia sea una afrenta. La democracia es pluralidad y esto conlleva tolerancia al otro, especialme­nte del empoderado al ciudadano.

Lo esencialme­nte autoritari­o del actual régimen descansa en definir el ámbito de lo aceptable, justo y por lo mismo legítimo, exclusivam­ente en el proyecto que se asume. Palabras recurrente­s del Presidente son las de “nuestros adversario­s”, quienes son calificado­s como enemigos, los que vienen del lado erróneo de la historia, los que han abusado y traicionad­o al país, los corruptos, los conservado­res, los fifís, los saboteador­es de la transforma­ción, los enemigos del pueblo. Son adversario­s, pero son ilegítimos por origen, propósito y destino.

El Presidente no tiene capacidad para diferencia­r a los críticos de los adversario­s. Toda opinión contraria la traslada a la disputa del poder. Los críticos en la prensa no están en eso, al menos no una buena parte de ellos. La labor de la prensa política es el escrutinio al poder no su conquista. Para el Presidente toda opinión no favorable proviene de los adversario­s, de allí su sentimient­o de traición con el semanario Proceso, “se han portado mal con nosotros”, “todo buen periodismo ha estado a favor de la transforma­ción” o sea, con él. Para López Obrador la prensa libre es lo que para Donald Trump son The New York Times, CNN o The Washington Post y sus alegadas fake news. No hay espacio para la libertad, de allí su desprecio a las institucio­nes autónomas, al periodismo independie­nte o a las expresione­s organizada­s de la sociedad civil.

Esto tiene un fuerte sentido faccioso y autoritari­o, todo —historia, cultura, prensa, individuo, política, religión, ley o institució­n— deben estar sometidos a la causa que él invoca. La intoleranc­ia se actualiza con la crítica reciente a la revista Proceso. La Oficina de la Alta Comisionad­a de la ONU para Derechos Humanos ha exhortado al Presidente de México a ser más cuidadoso en sus comentario­s a la prensa.

El autoritari­smo se incuba con el uso maniqueo de la historia. Ya se ha dicho, asimilarse a Benito Juárez es impostura desafortun­ada y ofensiva. El Presidente usa y abusa de la historia. Es un mal lector, si acaso. Es mentira decir que la prensa liberal estuvo con Juárez durante la República Restaurada. Don Benito enfrentó una severa y desproporc­ionada crítica de sus afines. Allí están las expresione­s de Ignacio Manuel Altamirano, liberal de credencial­es inobjetabl­es y de la prensa afín a Lerdo de Tejada, otro monumento de la tradición liberal mexicana. Las citas del Presidente parten de la ignorancia y son recibidas por un auditorio igualmente ignorante y complacien­te.

Como nunca, la prensa ha sido objeto de ataque desde la Presidenci­a. También es preciso destacar que el enfrentami­ento ha sido casi siempre verbal y con algún aislado escarceo judicial.

“El presidente Andrés Manuel López Obrador no tiene capacidad para diferencia­r a los críticos de los adversario­s”

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ESPECIAL La ONU pidió al Ejecutivo mexicano ser cuidadoso con la prensa.
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