Adversarios y críticos
En el neopopulismo su fuerza y legitimidad se dan exacerbando el rencor y la intolerancia; se recurre a la razón de la historia o a la voluntad divina para determinar que lo bueno y lo malo es lo mismo; también se remite a la voluntad del pueblo por encim
La democracia significa coexistencia de los diferentes. Esto quiere decir mucho y alude a la capacidad de transformar el antagonismo en diferencias legítimas. La posibilidad de la democracia ocurre cuando los proyectos políticos en disputa por el poder abren espacio a la convivencia entre ellos. Ha sido un largo y sinuoso tránsito, especialmente, porque el origen de casi todos los partidos ha sido la
religión o los proyectos revolucionarios. Ninguno está avenido a la coexistencia: los adversarios son enemigos, no competidores. La existencia de uno implica la negación o exterminio del otro.
Ese es el problema con el neopopulismo, cuya fuerza y legitimidad se da exacerbando el rencor y la intolerancia. Recurrir a la razón de la historia o a la voluntad divina para determinar que lo bueno y lo malo es exactamente lo mismo. También remitirse a la voluntad del pueblo por encima a la del ciudadano, de la diversidad social y del sentido del voto hace que toda diferencia sea una afrenta. La democracia es pluralidad y esto conlleva tolerancia al otro, especialmente del empoderado al ciudadano.
Lo esencialmente autoritario del actual régimen descansa en definir el ámbito de lo aceptable, justo y por lo mismo legítimo, exclusivamente en el proyecto que se asume. Palabras recurrentes del Presidente son las de “nuestros adversarios”, quienes son calificados como enemigos, los que vienen del lado erróneo de la historia, los que han abusado y traicionado al país, los corruptos, los conservadores, los fifís, los saboteadores de la transformación, los enemigos del pueblo. Son adversarios, pero son ilegítimos por origen, propósito y destino.
El Presidente no tiene capacidad para diferenciar a los críticos de los adversarios. Toda opinión contraria la traslada a la disputa del poder. Los críticos en la prensa no están en eso, al menos no una buena parte de ellos. La labor de la prensa política es el escrutinio al poder no su conquista. Para el Presidente toda opinión no favorable proviene de los adversarios, de allí su sentimiento de traición con el semanario Proceso, “se han portado mal con nosotros”, “todo buen periodismo ha estado a favor de la transformación” o sea, con él. Para López Obrador la prensa libre es lo que para Donald Trump son The New York Times, CNN o The Washington Post y sus alegadas fake news. No hay espacio para la libertad, de allí su desprecio a las instituciones autónomas, al periodismo independiente o a las expresiones organizadas de la sociedad civil.
Esto tiene un fuerte sentido faccioso y autoritario, todo —historia, cultura, prensa, individuo, política, religión, ley o institución— deben estar sometidos a la causa que él invoca. La intolerancia se actualiza con la crítica reciente a la revista Proceso. La Oficina de la Alta Comisionada de la ONU para Derechos Humanos ha exhortado al Presidente de México a ser más cuidadoso en sus comentarios a la prensa.
El autoritarismo se incuba con el uso maniqueo de la historia. Ya se ha dicho, asimilarse a Benito Juárez es impostura desafortunada y ofensiva. El Presidente usa y abusa de la historia. Es un mal lector, si acaso. Es mentira decir que la prensa liberal estuvo con Juárez durante la República Restaurada. Don Benito enfrentó una severa y desproporcionada crítica de sus afines. Allí están las expresiones de Ignacio Manuel Altamirano, liberal de credenciales inobjetables y de la prensa afín a Lerdo de Tejada, otro monumento de la tradición liberal mexicana. Las citas del Presidente parten de la ignorancia y son recibidas por un auditorio igualmente ignorante y complaciente.
Como nunca, la prensa ha sido objeto de ataque desde la Presidencia. También es preciso destacar que el enfrentamiento ha sido casi siempre verbal y con algún aislado escarceo judicial.
“El presidente Andrés Manuel López Obrador no tiene capacidad para diferenciar a los críticos de los adversarios”