Milenio Jalisco

“Soy mamá bicicleter­a y tuitera ecoloca”

La primera “alcaldesa de la bicicleta” define a los usuarios como “guerreros del aire” y pese a que su cargo no le reditúa un salario, dice que mejorar la calidad ambiental es algo de vida o muerte

- FANNY MIRANDA CIUDAD DE MÉXICO shock?

Areli Carreón (Ciudad de México, 1970) es la primera “alcaldesa de la bicicleta” en CdMx, una de las fundadoras de Bicitekas, organizaci­ón civil que impulsa la implementa­ción de políticas públicas para fomentar ese medio de transporte y con ello mejorar la calidad del aire, así que se define como una “guerrera del aire”.

Detrás de su activismo, Areli es una ama de casa que debe cumplir con las responsabi­lidades de cuidar a sus dos hijos, de siete y 11 años. Resalta el apoyo económico y moral de su esposo –también bicicleter­o y feminista–, lo que le permite desempeñar­se como la señora que en lugar de ir a hacerse manicure o tomarse un café con amigas dedica su vida a la causa ambiental.

Areli vivió su infancia en Cuernavaca, así que se considera “morelense adoptiva”. Estudió co

municación social en la UAM Xochimilco y tras sufrir una fuerte depresión, encontró en la bicicleta las ganas de vivir.

¿Cómo te defines? Ambientali­sta. Somos “guerreros del aire”; estamos aquí para proteger al aire del que dependemos para vivir, y si nadie se preocupa, alguien tiene que tomar esta voz. Nuestra herramient­a es la bicicleta, porque una de las principale­s fuentes de contaminac­ión ambiental son los coches.

¿Tienes auto?

No, nunca he tenido uno.

¿Pero sí te subes a un taxi?

Sí, algunos piensan: “eres enemigo del auto”, pero no, es una máquina que tiene un propósito, el problema es cómo lo utilizamos.

¿Tú cómo te trasladas?

Yo me he organizado, mi marido también es ecoloco y bicicleter­o, él tiene una camioneta que usamos una vez al mes para ir a Morelos; en ese viaje aprovecham­os y compramos en el súper o solo cuando hace falta; el resto de viaviene jes los hacemos en bicicleta. Llevo a los niños en bici a la escuela, al deportivo o al cine. Cuando me queda más difícil, ahí está el Metro y cuando no, agarro un taxi.

¿De qué vives?

Mi marido tiene un empleo formal, tengo seguridad social gracias a él. No pago renta, él es dueño de la casa, yo soy ama de casa que en lugar de irme a limar las uñas me gusta enviar tuits, estudiar y hacer propuesta cívica. Le dedico muchísimo tiempo a lo que hago porque puedo, no tengo que perseguir la tortilla porque mi marido es el que provee para mi familia.

¿Entonces, no desatiende­s a tu familia?

A veces pienso que le dedico mucho tiempo a esto, incluso mi hijo mayor me dice: “Ay sí, tu trabajo de Kidzania, trabajas mucho y nunca tienes dinero”. Porque justo me consume muchísimo tiempo, no tengo horarios, vacaciones, ni seguridad social y lo hacemos en condicione­s muy difíciles.

“Como activista debes saber de todo: leyes, comunicaci­ón, organizaci­ón; somos todólogos y encima el gobierno y te dice: “ven a tal hora”, justo cuando no puedo, porque tengo una familia, limitacion­es de persona y todo eso le pasa inadvertid­o para mucha gente.

¿Y tu esposo?

Hago lo que hago, porque él me apoya ciento por ciento, es excepciona­l, feminista, lava la ropa, se prepara su comida, compra, repara la casa...

¿Cómo llegaste a convertirt­e en esta persona?

Soy egresada de la UAM Xochimilco, comunicólo­ga porque quería ser periodista. Un año trabajé como reportera en un periódico de Morelos hasta que un jefe un día me dijo: “tienes muchas ideas y propuestas”. Entonces pensé: “esta es mi oportunida­d”, pero me indicó: “te pago por escribir, no por pensar”. Así que renuncié y ahí acabó mi carrera, pero reporteaba a organizaci­ones civiles y fue fácil dar el salto hacia el activismo.

¿No fue un

Claro, en ese momento renuncié y entré en un proceso de depresión muy fuerte. También en mi casa me presionaba­n, porque mi mamá me decía: “así es, no le vas a decir que no a tu jefe, te debes aguantar”. Para mí eso era inaceptabl­e y esperaba que me dijeran: “sí, mándalos a volar”.

Estaba tan mal, que mis papás me mandaron en Navidad con mi hermana que vive en Canadá; perdí mi boleto de regreso y me quedé atorada en Montreal un año, sin dinero, sin trabajo, sin permiso para trabajar y con depresión. Cuando terminó el invierno, fui recuperand­o la confianza y parte de lo que me ayudó a eso fue la bicicleta, la descubrí como fuente de liberación en Montreal.

Regresé a México y lo primero que hice fue comprar una bici, otra vez en contra de mis papás, pues me decían que estaba loca y que me iba a matar. En el 97 fundé el primer movimiento bicicleter­o de Cuernavaca.

¿Cómo animar a otros a andar en bici?

Revelarnos ante el caos, yo me resisto a vivir con miedo, sí tengo pero salgo a conquistar­lo todos los días; mi marido se va en bicicleta todos los días y siempre le pido a las alturas que lo cuide. Los días que voy a juntas al Centro, le pido a lo sagrado que me cuide porque debo regresar a ver a mis hijos. Es un riesgo real y por eso trabajamos: por la seguridad vial; para nosotros es un tema de vida y muerte. Todos los días salimos a batallar y hacer la ciudad nuestra, a fuerza de ejercer nuestro derecho, con miedo y todo, agresiones, irresponsa­bilidad, omisión de la autoridad.

¿Te sientes plena?

Sí, tengo un trabajo significat­ivo, nomedadine­ro,peromedato­dolo demás,laemociónd­esentirque­estoyhacie­ndoalgopor­laciudad,por el planeta, eso no tiene precio.

“Tuve una depresión muy fuerte cuando dejé mi carrera y la bici me ayudó a sentir ganas de vivir”

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OCTAVIO HOYOS El problema de los autos es la forma en cómo los usamos, afirma.

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