El destino inmediato de Tomás Boy
En mi condición de seguidor Chiva, me permito retomar de la manera más arbitraria y descarada uno de los temas tratados de refilón esta semana por algunos comentaristas deportivos, a saber, la permanencia de Tomás Boy como director técnico, justamente, de un equipo, endosado de esa suprema condición de “Rebaño Sagrado”, cuya sacralidad, con el perdón de los devotos, yo percibo cada vez menos.
Ya lo ponen al señor de patitas en la calle, por decirlo con una exquisita sutileza. O, por lo menos, dudan mucho de su permanencia. Y no, miren ustedes, por cuestionar ellos —los mentados comentaristas— las presuntas cualidades y los posibles talentos del susodicho, aunque también, sino por temer las reacciones de una directiva que se ha visto un tanto errática en los últimos años y cuyas decisiones parecen ser tomadas sin la debida sensatez, por no hablar de inteligencia, mesura, consideración y lógica.
Avisan, encima, de una catástrofe. ¿Cuál? Pues el descenso del Club Deportivo Guadalajara —un equipo de prosapia y relumbrón— a los infiernos de esa división de Ascenso de la que prácticamente nadie asciende. Sería ignominioso, entre otras cosas, aparte de deshonroso, bochornoso, vergonzoso, afrentoso y escandaloso. Todo un oso, o sea.
No podría yo, en esa simple categoría mía de aficionado, atreverme a calificar las capacidades de don Tomás. Es algo bronco el hombre, pero ese rasgo de personalidad es más bien una cualidad inherente al cargo. No ha logrado, sin embargo, buenos resultados. Para nada. Puras derrotas. Bueno, le plantó cara al Atlético (de Madrid, oigan), y no es poca cosa. El tema es que la “paciencia” de sus jefes se puede agotar. Tampoco sé, en lo personal, si debieran tener paciencia. No la han tenido, por lo que parece, y eso mismo es lo que ha terminado por afectar al club.
En fin, puede acontecer el milagro, este fin de semana, de que le pasen por encima a Tigres. Pues…
Es algo bronco, pero ese rasgo de personalidad es más bien una cualidad inherente al cargo