Milenio Jalisco

“Me han atropellad­o, plagiado y hasta tratado de ligar... los gays”

El senador independie­nte disfruta tanto de un buen momento con la familia y con los amigos como de una película, un viaje o un chiste... los tacos El Vilsito o Manolo, en la Narvarte, los califica de “sublimes”

- JOSÉ LUIS MEDINA

El primer día difícil que Emilio Álvarez Icaza (Ciudad de México, 1965) recuerda fue cuando tenía cinco años: lo atropellar­on; otro momento complejo fue cuando lo asaltaron junto a su novia de entonces: “Casi nos matan, nos trajeron paseando”, y otro más —ya en el servicio público, como ombudsmanc­a pita lino —, durante las

investigac­iones del New’s Divine: “Hasta de muerte amenazaron a algunos colaborado­res míos”.

En el Senado ha sido crítico de algunas propuestas de la cuarta transforma­ción, como la guardia nacional, de la que señala que es una ley de seguridad interior 2.0 con retrocesos en cuanto a los derechos y las libertades que se debe privilegia­r en el país.

El también ex secretario ejecutivo de la Comisión Interameri­cana de Derechos Humanos (CIDH) presume que tiene “pegue”, hasta con la comunidad LGBTI: “En un desfile, al concluir, el maestro de ceremonias me dijo ‘ya me dijeron que usted es heterosexu­al, qué lástima, porque si no yo me anotaba’”.

Quien además aspiró a una candidatur­a independie­nte para la Presidenci­a tiene reglas básicas para cuando se aventura a comer en algún lugar que no conoce: si tiene gente, que quien cocina no reciba dinero, que no haya basura y que los baños estén limpios, incluso recomienda dos taquerías a las que califica de “sublimes”.

¿Es cierto que todos llevamos un priista por dentro?

Yo creo que sí, crecimos en ese entorno, pero cuando se da cuenta uno de eso, uno lucha contra eso, pero prefiero mi libertad.

¿Cuáles caracterís­ticas priistas ha tenido?

Como aprender a ejercer el poder. De cuando entré de servidor público a la actualidad he cambiado mucho mi práctica, de repente te ves envuelto en estos códigos de la formalidad y corbatas. Si pudiera ir a un bar con Ricardo Anaya o Andrés Manuel López Obrador, ¿a quién elige?

Con los dos, bajo la premisa de “estamos chupando tranquilos”

¿Qué conductas machistas se arrepiente de haber cometido?

En la secundaria aprendí con mucha intensidad la cultura del albur, y uno empieza a reproducir eso. Tuvieron que pasar muchos años y procesos educativos con mujeres, feministas, gays y lesbianas, quienes me hicieron ver que comentario­s, albures o referencia­s son machistas, y de repente había chistes que ya no me daban risa.

¿Algún mensaje a los hombres que ven a las mujeres cómo objeto sexual y que hacen comentario­s misóginos?

No se dan cuenta que lastiman. Convivir con mujeres me ha dejado claro que “no es no”, te pueden gustar las mujeres, pero eso no quiere decir que están a tu disposició­n. A esos hombres hay que decirles que no le tengan miedo a la mujer, que ellas avancen no significa que los varones disminuyan, significa construir una relación más pareja.

Si su ego fuera la habitación de una casa, ¿cuál sería?

Podrían ser varias: la recámara, por ser el espacio íntimo; el comedor, es el espacio de estar y crecer; la bodega, por lo oscuro, o porque no la usas mucho.

¿Cómo se mantiene con los pies en la tierra?

Procuro llevar una vida con sencillez, me gusta moverme en transporte público, como el Metrobús.

¿Qué taquerías recomienda?

Hay dos, una en la colonia Narvarte que se llama El Vilsito, es una maravilla. La otra es Manolo, me parecen sublimes.

¿Tiene algún postre favorito?

Me encanta la tarta de higos, el chocolate y el mousse de mamey.

Si fuera una droga, ¿cuál sería?

La mariguana, viva la paz y la buena onda.

¿La ha consumido? No, no fumo.

¿Usted cree en la acupuntura?

Sí, esencialme­nte me trato con homeopatía. No soy radical de la medicina alternativ­a, pero no hay que negarse a otro tipo de conocimien­to milenario.

¿Cómo entiende a la muerte?

La veo en distintas dimensione­s, es el fin de la vida física, pero hay otros tipos de muerte. Hay gente muerta en vida, el dolor o la decepción es tan grande que dejaron de ser lo que eran. Es también dejar de creer, luchar o pensar. Yo sí creo que hay algo después, que vamos a otro lugar.

¿Qué lo hace feliz?

Un buen momento con la familia y los amigos. Una buena película, un viaje, un chiste, una comida o camina da. No soy exigente, me gusta recordar los momentos.

“Yo sí creo que cuando mueres hay algo después, que vamos a otro lugar”

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ESPECIAL “Me muevo en transporte público, como el Metrobús”.
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¿Qué está leyendo? Cómo mueren las democracia­s, de Steven Levitsky y Daniel Ziblatt

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