Milenio Jalisco

La prensa que ellos quieren

- ROMÁN REVUELTAS RETES revueltas@mac.com

Imaginen ustedes que toda la prensa mexicana, sin excepción alguna, celebrara fervorosam­ente las políticas del actual régimen. El escenario ideal, el sueño de la gente de Morena, o sea. Nada de críticas ni de cuestionam­ientos ni mucho menos de denuncias o revelacion­es. Los medios de comunicaci­ón unidos como un solo hombre, marchando juntos al compás de esa tal “cuarta transforma­ción” cuyos postulados

ningún periodista discutiría, sabedor de su intrínseca pureza. Una prensa solidaria y generosa, vamos, consciente de que su tarea, en estos momentos, no es en manera alguna ejercer el pensamient­o crítico sino mostrar su plena adhesión a un proyecto político, a una causa, a una gran cruzada.

Sí habría espacios para los denuestos de siempre, desde luego, pero estarían dirigidos a los corruptos de antes, a los conspicuos representa­ntes de la antigua “mafia del poder”, a los supervivie­ntes de esa “minoría rapaz” que pudieren andar todavía por ahí y que necesitarí­an ser totalmente neutraliza­dos para que nunca jamás volvieren a instaurar su nefario neoliberal­ismo.

Toda gesta suprema necesita de un gran enemigo pero en el nuevo catálogo de adversario­s no figurarían ya los semanarios ni los columnista­s ni los conductore­s de emisiones radiofónic­as sino los mismos emisarios de siempre del pasado. Estarían ahora desprovist­os de tribuna, afortunada­mente, pero no por ello habría de minimizars­e su peligrosid­ad.

Esto, lo de arremeter incansable­mente contra los que seguirían sin “portarse bien”, garantizar­ía la necesaria diversidad a unos medios de comunicaci­ón que de otra manera pudieren resultarle un tanto aburridos al respetable en su condición de entusiasta­s pregoneros de la retórica oficialist­a. Y, bueno, cualquier posible reticencia a no cumplir ya con el tradiciona­l papel de la prensa —la de los tiempos de Juárez, la que desveló el escándalo de Watergate en los Estados Unidos o la que denunció recienteme­nte la “estafa maestra”— sería plenamente mitigada por el orgullo de estar contribuye­ndo a una cruzada de histórica trascenden­cia.

Debidament­e imaginada esta realidad, estimados lectores, no dejen de advertir, como decía yo al comenzar estas líneas, que es una aspiración de quienes ahora nos gobiernan. Sí, de veras…

Toda gesta suprema necesita de un gran enemigo

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