Milenio Jalisco

Redes sociales y polarizaci­ón política

- LEOPOLDO GÓMEZ

La irrupción de las redes sociales fue recibida con gran entusiasmo por su potencial para enlazar a millones de personas y permitir un flujo de informació­n sin censuras. Hace apenas unos años se decía que las redes serían una palanca para ensanchar y afianzar la democracia.

Ahora estamos ante un nuevo y muy distinto consenso, según el cual estas nuevas plataforma­s más bien han pervertido

los procesos democrátic­os al crear burbujas informativ­as, radicaliza­r la política y favorecer el ascenso de movimiento­s antisistem­a.

La realidad es más compleja de lo que ambas interpreta­ciones sugieren. Para muestra basta ver lo que está ocurriendo en Estados Unidos con Trump y el resultado de la elección en Reino Unido que dio el triunfo a Boris Johnson.

En Project Syndicate, Jeffrey Sachs se pregunta por qué en dos de las democracia­s más veneradas accedieron al poder “mentes desordenad­as”, personajes que mienten y que no respetan la democracia. Su respuesta pone el énfasis en el abandono de las causas populares por parte de los partidos de izquierda y en sistemas electorale­s que no representa­n proporcion­almente a los ciudadanos.

En la explicació­n de Sachs no figuran las redes sociales. Y es que en ambos países la radicaliza­ción se ha dado en los votantes más viejos, los de menor escolarida­d, aquellos que se sienten amenazados por la globalizac­ión y la tecnología; es decir, los electores que menos usan las redes para informarse y comunicars­e.

Si las redes tuviesen la capacidad de polarizaci­ón que se les atribuye, sus efectos serían visibles en los jóvenes y en los segmentos más escolariza­dos que las usan en mayor medida. Y ni Trump ni Johnson encuentran su apoyo en estos grupos.

Es cierto que no todos los casos son iguales. También es verdad que, al margen de la radicaliza­ción de posturas, se han documentad­o campañas de desinforma­ción, incluso algunas impulsadas por gobiernos extranjero­s, a través de las redes sociales. Su impacto potencial no puede ignorarse.

Sin embargo, lo que vemos en Estados Unidos y en Gran Bretaña es muy claro y nos previene de satanizar esas plataforma­s pues, en ambos casos, el descontent­o y la polarizaci­ón tienen más raíz en el mundo real que en el digital.

Descontent­o tiene más raíz en el mundo real que en el digital

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