El camino a las economías sin efectivo
Comienzo con una anécdota. Registrándome en un hotel en Estocolmo le pido al conserje que me indique cómo llegar a un cajero. Me pregunta para qué e incrédulo me da indicaciones. Camino varias cuadras hasta que localizo el cajero atrás de un callejón. Saco dinero para los días en esa ciudad. Me fue imposible utilizarlo. Ni el metro, ni los autobuses, ni los museos aceptaban efectivo. Las cafeterías tampoco y pocas tiendas lo hacían. La gente pagaba con sus celulares. El pago era más rápido incluso que hacerlo con billetes y monedas,
mucho más que con una tarjeta de crédito. No hay gastos mínimos para usar los mecanismos electrónicos, ni cobros adicionales.
Suecia es uno de los países que va a la vanguardia en la disminución del uso de efectivo. Durante 2017, solo 1% del valor de las transacciones suecas se hizo en efectivo. Parte del movimiento para disminuir su uso, fue promovido por el sindicato de trabajadores de los autobuses. Eliminar el efectivo era más seguro para los conductores. Otros países, como Corea del Sur, desean acabar con el uso de monedas. En 2016 inició un experimento en el que el cambio que las personas recibirían al hacer transacciones se les daría en una tarjeta en la que se podrían acumular y usar posteriormente. India, por su parte, buscan disminuir la circulación de billetes de alta denominación para que el efectivo solo se use transacciones pequeñas.
A pesar de la tecnología existente, el uso del efectivo como medio de pago sigue siendo el mecanismo preferido. De acuerdo a la información presentada por Kenneth Rogoff, en The Curse of Cash, en Estados Unidos existen “líquidos” 4,200 dólares por persona, la mayoría —el 80%— en billetes de 100 dólares. Sin embargo, al analizar datos provenientes de encuestas a consumidores y sus patrones de gasto queda claro que la mayor parte de ese dinero en efectivo no está en sus manos. La hipótesis de Rogoff es que gran parte de estas tenencias de billetes se encuentran en negocios que evaden impuestos o en actividades ilícitas.
La evasión fiscal —de la mano de la informalidad— y la economía ilegal son problemas que aquejan a México. Buscar limitar el uso del efectivo ayudaría a contener ambas. No serán la solución definitiva, sin duda, pero valdría la pena considerar cualquier esfuerzo que se haga para frenarlas.
Quizás la mayor promesa del ahora presidente fue acabar con la corrupción. A estas alturas de su administración ya se habrá dado cuenta que la corrupción no se termina con discursos ni con llamados al buen comportamiento. Una de las herramientas que tiene a la mano es disminuir el uso del efectivo: que los miles de millones de pesos que se otorgarán en programas sociales se hagan a través de cuentas bancarias. Se terminarían los intermediarios y se podría integrar a una mayor parte de la población al sistema bancario. Los bancos tendrían que facilitar la apertura de cuentas y el uso de tecnología, pero ya se comprometieron a hacerlo como lo señalaron en la Convención Bancaria de este año.
Procurar la disminución del uso de efectivo podría funcionar en más de un ámbito, incluyendo el combate a la corrupción. Aunque quizás suene demasiado técnico para ser considerado.