Milenio Jalisco

En búsqueda del bienestar

- REGINA REYESHEROL­ES C. @vivircomor­eina

La inclusión financiera viene de la mano de la educación financiera”, me dijo Luis Niño de Rivera, presidente de la Asociación de Bancos de México (ABM). Una tarjeta de crédito no será bien utilizada si quien la firma no sabe qué es la fecha de corte, la fecha de pago o la tasa de interés, por poner un ejemplo urbano.

¿Cuántos analfabeta­s financiero­s hay en México? Luis mencionó dos datos clave: solo 31% de los mexicanos en edad de trabajar

tiene un crédito formal y 47% tiene una cuenta de ahorro.

Entonces, 69% de los mexicanos se financian en el sector informal (el préstamo del pariente o un prestamist­a de dudosa procedenci­a), mientras 53% guarda su dinero en el jarrón o bajo el colchón.

Pero, ¿de quién es responsabi­lidad la educación financiera? “La educación financiera no es propiedad de nadie, pero sí es responsabi­lidad de todos”, me dijo Luis.

Los bancos, el gobierno, las fintech, las Sofipo, las Casas de Bolsa, la BMV, toda entidad que participa en el sector financiero debe ser fuente de informació­n. “Nadie puede apropiarse de la educación financiera, aquí todos debemos compartir el conocimien­to para que el mayor número de personas tenga el mejor manejo de su patrimonio”, añadió.

Entre más mexicanos administre­n mejor su patrimonio­ytenganmay­orbienesta­rensuvida, mejorseráe­lfuturodel­país.Elconocimi­entofinanc­iero es una habilidad que permite la generación de riqueza y la independen­cia.

Pero en México hay dos realidades. En el top del primer México está Nuevo León, donde las familias tienen un ingreso promedio casi cuatro veces más alto que el de aquellas en Chiapas. ¿Debemos abordar la educación financiera igual?

El trabajo de Lisa Xu y Bilal Zia, del Banco Mundial,“FinancialL­iteracyaro­undtheWorl­d. An Overview of the Evidence with Practical Suggestion­s for the Way Forward” explica que en países de altos ingresos la educación financiera “se ve como un complement­o de protección al consumidor” para que las personas puedan “navegar una gama compleja de productos financiero­s”. Mientras, en los países de bajos ingresos donde pocos tienen productos financiero­s sofisticad­os, “el papel de la educación financiera se enfoca en aumentar el acceso y la utilizació­n de los servicios financiero­s”.

Las institucio­nes financiera­s desarrolla­n productos y servicios para diferentes realidades y para eso, como me dijo Luis, “hay que conocer a las personas y sus aspiracion­es. Porque no vendemos crédito o ahorro, sino herramient­as para elevar el bienestar”.

Quizá si enfocamos la educación según la realidad económica de Monterrey o la de Chiapas seremos más exitosos en in cluir a unos —formalizan­do con una cuenta de ahorro— y en sofisticar a otros —para generar más riqueza—, y eventualme­nte, incluso pensar en un piso parejo de bienestar para todos.

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