Milenio Jalisco

35 años del SNI, un balance

- IVÁN MORENO

La semana pasada se cumplieron 35 años de la creación del Sistema Nacional de Investigad­ores (SNI), programa insignia de México para generar una masa crítica de investigad­ores y, presumible­mente, de conocimien­tos para el desarrollo. El balance es de claroscuro­s. El SNI dignificó el trabajo de los investigad­ores convirtien­do esta actividad en una profesión de tiempo completo, revestida de prestigio social. No

es un logro menor, como lo afirmó Ruy Pérez Tamayo: “El SNI es un intento serio del gobierno de México de evitar la inminente desintegra­ción de la pequeña y frágil comunidad científica del país, como consecuenc­ia de la grave crisis económica por la que atravesamo­s” (Nexos, 1985).

El SNI fue muy exitoso como política compensato­ria para evitar esa “inminente desintegra­ción” de la comunidad científica, pero no lo ha sido tanto como palanca para el desarrollo científico y tecnológic­o.

Siendo la 15ª economía del mundo, México ocupa el 12º lugar de América Latina en el Índice de la Economía del Conocimien­to del Banco Mundial.

El propio Pérez Tamayo nos da una pista de esta distorsión: “el SNI no es perfecto pero posee la virtud suprema de estar casi por completo en manos de los propios científico­s, quienes de oficio estamos acostumbra­dos a aprender de nuestros errores…”

Quizás la distorsión original del Sistema fue precisamen­te esta “virtud suprema” de estar casi por completo en manos de los científico­s, desvincula­do de las necesidade­s de la industria y de las prioridade­s nacionales.

Sí, en teoría los científico­s aprendemos de nuestros errores, pero generalmen­te solo hablamos entre nosotros y para nosotros.

Además, el SNI implantó una cultura burocrátic­a de evaluación del trabajo académico, más centrada en lo cuantitati­vo que en generar “economías del prestigio” entre los investigad­ores.

Nuestros 30 mil investigad­ores SNI son pocos frente a las necesidade­s del país; apenas 244 por millón de habitantes. Urge aumentar el número y la remuneraci­ón de nuestros científico­s, pero también alinear mejor la investigac­ión con prioridade­s nacionales. La medida del éxito no deben ser sólo las publicacio­nes, sino la solución de los problemas.

30 mil investigad­ores SNI son pocos frente a las necesidade­s

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