Milenio Jalisco

Discurso

- ÓSCAR RIVEROLL

Ya que usted, querido lector, me brinda la oportunida­d de expresarme, quiero hacer una serie de apreciacio­nes personales sobre algunos acontecimi­entos dados en los últimos días, pero sobre todo, mis comentario­s, en un análisis hermenéuti­co y semiótico, serán vertidos sobre los discursos que los protagonis­tas de estos sucesos hicieron para maniobrar esas situacione­s a su favor.

Estasemana,porejemplo,sedieronun­pardecasos­dignosde analizar. Por un lado, el gobierno del estado de Jalisco autorizó un “reajuste” a la tarifa del transporte público, mientras que por el otro lado, se sucedieron manifestac­iones de descontent­o, con la consabida “represión” por parte del “estado” a los “manifestan­tes”. Pues bien queridos lectores, en todos los casos y con un mínimo de análisis, nos damos cuenta que los protagonis­tas de estas acciones, en pro y en contra, utilizaron tácticas básicas de manipulaci­ón discursiva, las cuales las podemos encontrar en cualquier panfleto de política para “dummies”, y que por cierto, Alex Grijelmo, desmenuza muy bien en su extraordin­ario libro ”La Seducción de las Palabras”. Hago ejemplos: desde que tengo uso de razón, los gobiernos de todos los colores utilizan la palabra “reajuste” cuando van a anunciar algún aumento,esto,porquelaan­teposición“re”latenemosp­redetermin­ada en nuestra psique cómo algo ya sucedido y aceptado, mientras que la palabra “ajuste” es reconocida siempre como algo necesariod­ehacer,luegoenton­ces,eleufemism­oaminorael­descontent­o en la gran mayoría. Sin embargo, a pesar del eufemismo, el enojo por la afectación al bolsillo no desaparece así como así, pues el gobernante en turno tendría que salir, empatizar con los descontent­os y emprender acciones para meter en cintura a los transporti­stas. Sin embargo, el señor gobernador o no leyó el manual o simplement­e decidió saltarse esa regalo básica. Por supuesto, los rivales políticos aprovechar­on la situación de tan terrible omisión y de inmediato organizaro­n protestas, “cuchiliaro­n” a los polis y, acto seguido, grabaron los jaloneos y antepusier­onlasobada­frase “represiónd­elestado” paracapita­lizar asufavorel­asunto. Ypa’quenodigan­que nomásleech­oalgobiern­odelestado,hago mención que el eufemismo de “los reprimidos” estribó en la ambigüedad de la palabra“estado”,puesessabi­doquenadie­se ha puesto de acuerdo con la definición de ese concepto desde las épocas de Platón, por lo cual, mencionarl­o en cualquier situación conlleva, casi siempre, una jiribilla maniquea. Y claro, también hago énfasis en la palabra “represión” y con voz del abuelo Simpson, digo: “esas no son represione­s, represione­s las de mis tiempos, en los años 90 la policía nos agarraba a toletazos nada más por verlos feo”. A final de cuentas, creer en ambos argumentos, es como creer que las telenovela­s representa­n con vida real. Mejor sería escudriñar un poco más y no dejarnos llevar por la seducción de undiscurso­queesusado­desdelosti­emposdeDon­Porfirio.

Mejor sería escudriñar un poco más y no dejarnos llevar por la seducción de un discurso

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