Jorge Fernández
Todo el tiempo somos testigos de la violencia
Siempre habrá oportunidad para experimentar la zozobra que produce en el espíritu la certeza de vivir en un estado de intranquilidad como el que nos ha tocado en este Jalisco, Estado fallido, en donde ocurre, sin tapujos ni restricciones, el imperio de la impunidad y la corrupción en todo su radiante esplendor, y me explico: Padecemos la inclemente y constante presencia de un gobierno incapaz e impotente, que no atina cómo resolver el trabuco de la movilidad urbana universal –y que acaba de asestar un tremendo golpe a la economía de la fuerza laboral que además atenta contra la justicia y el equilibrio del conjunto social en el seno familiar– en donde uno no acaba de entender cómo se toman decisiones tan absurdas y demagógicas por parte de un gobernador que no tiene memoria ni respeto por la palabra empeñada y que así, a la ligera y sin consultas previas, en un ejercicio de prepotencia e imposición absoluta de su voluntad, subió la tarifa en prácticamente un 40% en un solo acto de imbecilidad, aderezada con la represión.
Para enfrentar los embates de la ignominia, es necesario hacer fuerza ciudadana y permanecer unidos. Debemos exigir, con más valor civil que nunca, que se cumplan las demandas históricas por un mejor transporte: Seguro, asequible, eficaz y de calidad. Digo, algo anda muy mal cuando se pretende justificar el alza en función del negocio –más allá del servicio– mientras que, en más de un caso, los permisionarios viven a sus anchas en fraccionamientos de alta plusvalía y se las dan de magnates, en tanto la población apenas sobrevive con las precariedades de su frágil economía.
Encima de ello, otro de los temas que nos tiene al borde del colapso, y del cadalso, es el que nos remite a la más ingrata de las maneras de asir la realidad, como lo es la terrible ola de violencia e inseguridad, día con día. No hay hora en la que dejemos de constatar la infame actuación del crimen organizado que se mueve con total libertad y sin temor a la autoridad, es más, se mofa de ella y se ríe de nosotros.
Todo el tiempo somos víctimas o testigos de hechos atroces que laceran el ánimo y carcomen el alma: Robos, asaltos o asesinatos, son el pan de cada jornada. Nada menos, el sábado anterior a éste, la mamá de una entrañable amiga –una honorable señora con 86 años– sufrió la que ha sido, seguramente, la más nefasta y terrorífica experiencia en su vida. Ella vive en un coto que se supondría protegido, sin embargo, ese día, a las 11 de la noche, se topó de frente, en su recámara, con un comando de 8 encapuchados, armados hasta los dientes, que la intimidaron para luego robarle no sólo cosas materiales, sino su serenidad y la paz que deben acompañar a la senectud. Para su fortuna, ella actuó con inteligencia y no la golpearon, empero hoy la crisis llega a niveles de incertidumbre y hartazgo insoportables.
Con todo esto, y otros asuntos en el tintero, nos damos cuenta de que estamos en manos de un gobierno que sustenta su actuación en el absurdo y puedo decir, con todas sus letras, que en este Estado no hay autoridad, y tendremos que comenzar a pensar en instrumentar nuestras propias estrategias para garantizar la defensa de nuestras familias e intereses patrimoniales. “SI NO PUEDEN, RENUNCIEN”.
Todo el tiempo somos víctimas o testigos de hechos atroces que laceran el ánimo y carcomen el alma