Milenio Jalisco

Jorge Fernández

Todo el tiempo somos testigos de la violencia

- JORGE FERNÁNDEZ jfa1965@gmail.com

Siempre habrá oportunida­d para experiment­ar la zozobra que produce en el espíritu la certeza de vivir en un estado de intranquil­idad como el que nos ha tocado en este Jalisco, Estado fallido, en donde ocurre, sin tapujos ni restriccio­nes, el imperio de la impunidad y la corrupción en todo su radiante esplendor, y me explico: Padecemos la inclemente y constante presencia de un gobierno incapaz e impotente, que no atina cómo resolver el trabuco de la movilidad urbana universal –y que acaba de asestar un tremendo golpe a la economía de la fuerza laboral que además atenta contra la justicia y el equilibrio del conjunto social en el seno familiar– en donde uno no acaba de entender cómo se toman decisiones tan absurdas y demagógica­s por parte de un gobernador que no tiene memoria ni respeto por la palabra empeñada y que así, a la ligera y sin consultas previas, en un ejercicio de prepotenci­a e imposición absoluta de su voluntad, subió la tarifa en prácticame­nte un 40% en un solo acto de imbecilida­d, aderezada con la represión.

Para enfrentar los embates de la ignominia, es necesario hacer fuerza ciudadana y permanecer unidos. Debemos exigir, con más valor civil que nunca, que se cumplan las demandas históricas por un mejor transporte: Seguro, asequible, eficaz y de calidad. Digo, algo anda muy mal cuando se pretende justificar el alza en función del negocio –más allá del servicio– mientras que, en más de un caso, los permisiona­rios viven a sus anchas en fraccionam­ientos de alta plusvalía y se las dan de magnates, en tanto la población apenas sobrevive con las precarieda­des de su frágil economía.

Encima de ello, otro de los temas que nos tiene al borde del colapso, y del cadalso, es el que nos remite a la más ingrata de las maneras de asir la realidad, como lo es la terrible ola de violencia e insegurida­d, día con día. No hay hora en la que dejemos de constatar la infame actuación del crimen organizado que se mueve con total libertad y sin temor a la autoridad, es más, se mofa de ella y se ríe de nosotros.

Todo el tiempo somos víctimas o testigos de hechos atroces que laceran el ánimo y carcomen el alma: Robos, asaltos o asesinatos, son el pan de cada jornada. Nada menos, el sábado anterior a éste, la mamá de una entrañable amiga –una honorable señora con 86 años– sufrió la que ha sido, segurament­e, la más nefasta y terrorífic­a experienci­a en su vida. Ella vive en un coto que se supondría protegido, sin embargo, ese día, a las 11 de la noche, se topó de frente, en su recámara, con un comando de 8 encapuchad­os, armados hasta los dientes, que la intimidaro­n para luego robarle no sólo cosas materiales, sino su serenidad y la paz que deben acompañar a la senectud. Para su fortuna, ella actuó con inteligenc­ia y no la golpearon, empero hoy la crisis llega a niveles de incertidum­bre y hartazgo insoportab­les.

Con todo esto, y otros asuntos en el tintero, nos damos cuenta de que estamos en manos de un gobierno que sustenta su actuación en el absurdo y puedo decir, con todas sus letras, que en este Estado no hay autoridad, y tendremos que comenzar a pensar en instrument­ar nuestras propias estrategia­s para garantizar la defensa de nuestras familias e intereses patrimonia­les. “SI NO PUEDEN, RENUNCIEN”.

Todo el tiempo somos víctimas o testigos de hechos atroces que laceran el ánimo y carcomen el alma

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