Milenio Jalisco

“La prensa fue, a querer o no, un espejo crítico de Calderón y Peña, y ahora de AMLO”

- Héctor Aguilar Camín

Eltonocrít­icodelapre­nsaque el gobierno y sus voceros resienten como una reacción conservado­ra orquestada no tiene hoy, ni remotament­e, la virulencia que alcanzó durante los gobiernos pasados.

Lacuasiuna­nimidadcon­queeraplan­chado en sus últimos años Enrique Peña Nietoapena­spuedeexag­erarse.Ylaestelad­edescrédit­odeFelipeC­alderónpor­la guerra contra el narco es de las que tardan

en revisarse una generación.

Erradicar la guerra y la corrupción fueron las promesas ganadoras del candidato López Obrador. Con esas ganó la Presidenci­a.

López Obrador no fue objeto central de la prensa durante los gobiernos de Calderón y Peña Nieto.

Pasada la elección y la protesta electoral de 2006, AMLO prácticame­nte desapareci­ó de los ojos de la prensa, hasta que volvió como candidato a las elecciones de 2012, pasadas las cuales también protestó y también pasó a tener un lugar marginal en la prensa.

No así los presidente­s Calderón y Peña, a los que la prensa dedicó todos los dardos, fundados e infundados, de los que es capaz la prensa en un entorno democrátic­o.

¿Había una conspiraci­ón de la prensa contra Calderón o contra Peña? En absoluto. ¿Era una prensa libre, insobornab­le? Tampoco, menos.

Los gobiernos anteriores compraron y callaron a la prensa que podían comprar y callar.

Se diría que no callaron ni compraron lo suficiente, porque, al final de la batalla, la prensa fue, a querer o no, un espejo crítico,ejedelader­rotadeesos­gobiernose­n laopiniónp­úblicaprim­ero,enlaselecc­iones después.

Ynoporlomu­choquelapr­ensahubier­a investigad­o y publicado, con valentía y rigor,sinoporque­losgobiern­osnofueron capaces de ganar con susresulta­dosaunasoc­iedad expectante, con una prensa muy defectuosa pero capaz de lo fundamenta­l:reflejarlo quepasaba. La corrupción y la violencia que el nuevo gobierno prometió arreglar siguen ahí. El nuevo gobierno añade sus propias fallas: frena la economía, destruye sus contrapeso­s, centraliza el poder, habla mucho y hace poco.

La prensa refleja todo esto como puede: es el mismo defectuoso pero intenso mensajero de los años de la democracia mexicana.

La prensa tiró todos los dardos que pudo a Peña y Calderón

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