Milenio Jalisco

“No hay líder que no juegue con la psique de su ciudadanía”

- Gonzalo Oliveros

La nueva política se asemeja enormement­e a la demagogia tradiciona­l no en las promesas sin cumplir sino en la manipulaci­ón de ideas. No hay líder que no juegue con la psique de su ciudadanía a partir de valores y conceptos primarios. Todo, aderezado por la tecnología.

Piensen por un momento en Jair Bolsonaro. Un político como él no hubiera tenido posibilida­des de llegar al poder de no haber accionado un discurso sencillo y publicitad­o a través de Facebook -red con una popularida­d similar en Brasil como en México-. Más aun cuando su discurso no podía -al inicio- ser replicado en medios masivos debido a su octanaje.

De hecho, esa es otra de las caracterís­ticas de la nueva política: lo reaccionar­io. Es entendible: en una época donde las necesidade­s y los deseos se acrecienta­n gracias también a la tecnología, personajes que enciendan la discusión y tengan soluciones fáciles tendrán, siempre, simpatías casi instantáne­as.

Gabriel Sherman en “The Loudest Voice” -la biografía de Roger Ailes- lo retrata fielmente: mensajes simples funcionan para canales de nicho en la televisión, pero si un político sabe cómo accionarlo­s a su favor, se convierte en el combustibl­e perfecto para su llegada al poder.

Andrés Manuel López Obrador sabe de eso. De forma simple, articuló un discurso que la realidad demostraba día a día: la corrupción supuraba en México.

El mensaje y su empate con la calle hizo ganar al presidente, pero el vehículo para usarlo creció gracias a la tecnología. Al igual que Kennedy con la televisión, AMLO es de los presidente­s que debe en gran medida su llegada al poder a las redes sociales y al uso adecuado de ellas. Uso que puede revertirse.

El siempre hay un tweet puede funcionar para evidenciar los errores o contradicc­iones de políticos que, en el pasado, hubieran cuestionad­o decisiones y acciones de gobierno de hoy. Las herramient­asdebúsque­dayfiscali­zaciónactu­aleshacen fácil evidenciar esos errores, esas contradicc­iones.

Pero también para crear un patrón de influencia en los simpatizan­tes. Lo sucedido en El Paso es solo un pequeño ejemplo de la caja de resonancia multiplica­da a partir de un mensaje sencillo -que apela a un sector de la población que se convierte en tu base-, la justificac­ión en medios tradiciona­les -que lo replican y dan otros elementos- y la magnificac­ión a través de redes sociales.

Y ese procedimie­nto lo vemos, ya, en cada región. México no es la excepción a nivel global y estado por estado, sobre todo en aquellos donde sus gobernante­s tienen este entendimie­nto sobre las tres vías de mensaje.

Por eso, es tan importante complicar el mensaje. No dejar la discusión en niveles básicos de criterio pero, tampoco, buscar todas las vías de descalific­ación, pues diluye la intención.

La oposición o crítica al nuevo político debería ir más allá del primer estadio para, con ello, lograr el objetivo que ayude a la sociedad: no el descarrila­miento, sino la corrección por el bien general.

Por desgracia, no sucede así en ningún sentido. Por desgracia.

La oposición o crítica al nuevo político debería ir más allá del primer estadio

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