Dinero y partidos
L a vida de los partidos políticos de México me trae con pendiente. Por un lado estoy en favor de que se le retire el apoyo económico que recibe de los gobiernos federal y estatales. Por el otro me preocupa que si se les quita el dinero, entonces los gobiernos en turno aprovechen la posible debilidad de esos institutos y que las estructuras de beneficio social se conviertan en manipuladoras del voto de los ciudadanos. No le hallo la cuadratura al círculo, pues.
Vayamos a mi primera preocupación. Desde hace años se llegó a la conclusión de que los partidos políticos eran entes de interés público, y que era necesario mantenerlos con dinero público para garantizar que no serían corrompidos por intereses de criminales o grupos con agendas ilegales.
El problema es que los partidos se dieron cuenta de que vivir del presupuesto era fácil, pues ´sin importar el número de votos que recibieran, tendrían recursos suficientes para mantener económicamente a su burocracia.
Ahora si que de esos institutos vivían (o viven) grupos o hasta familias completas sin tener que hacer gran cosa, salvo estar siempre atentos a cumplir los mandatos de quien les pagaba.
Ante eso, la alternativa que ha surgido en años recientes es la de reducir el presupuesto para los partidos bajo diferentes fórmulas; una de esas es la de Sin votos no hay dinero. Pero ahora hay la intención cuartotransformista de reducir al máximo las prerrogativas a los partidos, situación que tampoco termina de convencerme, pues tiene sus riesgos.
Así llego a la segunda preocupación: si a los partidos se les reduce su acceso al dinero, entonces quien gobierno la federación puede aprovecharse de la situación y utilizar sus estructuras de apoyo social para jalar agua hacia su partido.
Así, por ejemplo, estaría siempre la tentación de que los actuales Servidores de la Nación sean parciales, como en su tiempo fue o pudo haber sido el esquema salinista de Solidaridad, el que condicionara apoyo a cambio de votos.
Ni tanto que queme al santo, ni tanto que no lo alumbre. Urge encontrar entonces una alternativa justa y blindada para que los partidos mantengan su propósito: ofrecer verdaderas alternativas de gobierno.
Ni tanto que queme al santo, ni tanto que no lo alumbre