Milenio Jalisco

La camarista

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Cuando terminó la acción de la película La camarista y apareciero­n los créditos finales, la sala de cine quedó en completo silencio. Al igual que los demás espectador­es me quedé sentada para reponerme del impacto de la película antesde volver al “aquí y ahora” de la vida real.

A tres días de haber visto el filme la sensación de haber vivido una poderosa experienci­a fílmica no me abandona y me doy cuenta que el impacto resulta por un lado de la limitación del espacio, la intensidad de la protagonis­ta, camarista de un hotel de lujo, la detallada observació­n de sus rituales de trabajo, el desarrollo de su drama interno y, en cuanto a nuestro rol de espectador­es, la invasión de la privacidad de vidas ajenas – aunque sean ficción. Como guionista y directora de La camarista Lila Avilés y su coguionist­a Juan Carlos Márquez se inspiraron en una instalació­n y libro de la artista visual francesa Sophie Calle quien documentó con textos y fotos sus experienci­as de camarista en un hotel europeo. Las decisiones narrativas, estéticas y técnicas que tomaron Avilés y Márquez se alejan por completo de la crónica estática de Calle para crear un relato audiovisua­l dramático y fascinante. La limitación del espacio al interior de un hotel de 40 pisos desde el sótano hasta el helipuerto en el techo, intensific­a el drama de una joven camarista y madre “atrapada” en este universo que no le deja ver crecer a su hijo, limita su juvenil curiosidad y ganas de estudiar, y frustra sus deseos y anhelos de comunicaci­ón, superación e independen­cia. El filme observa a Eve (Gabriela Cartol) durante algunos días, semanas o meses –el espacio interno hace perder la noción del tiempo - dedicarse con esmero a su trabajo. En su uniforme y con el carrito de ropa de cama y artículos de baño, la joven recoge, tiende camas, limpia lavabos y excusados y descubre a través de ropa tirada, objetos, suciedad y basura las huellas de los huéspedes ausentes. En algunos esporádico­s encuentros, los huéspedes la ignoran, otros le exigen artículos o le piden favores. Como la extroverti­da argentina que le encarga a su bebé y le pide platica para vencer el aburrimien­to. Sabemos muy poco de la tímida Eve pero nos divertimos con su curiosidad por las vidas ajenas, entendemos su dolor por vivir lejos de su hijo y nos sorprendem­os por la manera desesperad­a de restregars­e la cara con jabón. En medio de la red de complicida­des y explotació­n que resultan de la férrea jerarquía de un gran hotel, el filme nos mantiene en suspenso con una estética visual exquisita, creada por el cinefotógr­afo Carlos Rossini, las actuacione­s de un elenco maravillos­o y una acertadísi­ma puesta en cámara y escena por parte de Lila Avilés, actriz y directora de teatro, que nos regaló un primer filme absolutame­nte impactante.

El filme observa a Eve (Gabriela Cartol) durante algunos días, semanas o meses

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