Mazamitla: los bolardos infames
El fin de semana anterior a este, tuve oportunidad de visitar Mazamitla. Fue un paseo familiar muy ilustrativo además de divertido, previamente estuvimos en el también pueblo mágico de Comala además de Suchitlán, Nogueras y Tamazula.
Mazamitla representa el encanto de la serranía y encarna la idea de ser un entrañable sitio a donde se va para tener contacto con el esplendor de la naturaleza entre la intensa bastedad del bosque y la arquitectura rústica esencial que caracteriza a ese destino de ensueño cerca del cielo, además de conservar en sus calles, portales y espacios públicos, la magia de la cantera, la madera, las tejas de barro, los encalados blancos con
sus guardapolvos terracota y, sobre todo, el espíritu amable y cordial de su gente.
Grande fue la sorpresa y enorme el desencanto cuando, nada más arribar a la plaza principal, nos encontramos abruptamente con una intervención que afecta muy negativamente tanto la imagen urbana característica de tan importante localidad así como las cuestiones de vialidad y por ende del turismo que visita el lugar.
Nada más llegar, observé la presencia de cientos de intrusos negros, a la manera de bolardos, para pretender delimitar los carriles de circulación de vehículos. Lo que vi va más allá de lo absurdo y raya los linderos de lo inimaginable. Es inconcebible que a alguien se le haya ocurrido semejante barbaridad en aras de justificar la intención de proteger a los viandantes que deambulan por las inmediaciones. Me refiero a los infames postes negros que delimitan los carriles de circulación vehicular y que entorpecen el tránsito de las personas además de irrumpir abruptamente en la escenografía singular y mágica en el cementerio de los venados.
Por lo que pude captar, quizá la intención sea generar espacios para la deseable peatonalización en el contexto de la plaza, lo cual es valioso y aceptable. Sin embargo, me parece que, de todas las posibilidades para conseguir tan noble objetivo, se optó por la más desafortunada e inadecuada en términos de imagen urbana y funcional en el espacio público. Sigo desconcertado y no logro conciliar el sueño. No me cabe en la mente tan tremenda contaminación visual y atentado funcional contra la lógica del entorno. Vaya, de todas las soluciones posibles para peatonalizar y convertir ese espacio emblemático en un lugar propicio a la armonía con el espíritu de la montaña, aplicaron la más terrible y grotesca.
Me permito entonces proponer que se realice un ejercicio de evaluación para determinar y decidir sobre el muy conveniente retiro de esos elementos intrusivos que irrumpen en la escena urbana y que afectan de manera negativa la armonía de ese espacio emblemático y la magia del lugar. En consecuencia, que se elabore un rediseño de imagen urbana que considere principios de diseño para conseguir un proyecto para calles tranquilizadas mediante la delimitación de vialidades vehiculares y la ampliación de banquetas, utilizando guarniciones, desniveles y bolardos –con elementos alternativos más refinados– con la finalidad de propiciar mejores condiciones en cuanto a la permanencia de la imagen de ese entorno urbano privilegiado a manera de contribuir a la proyección turística que demanda la mágica sierra del tigre.
De todas las soluciones posibles para peatonalizar, aplicaron la más terrible y grotesca