Milenio Jalisco

De nuevo, Parque España

- RAFAEL PÉREZ GAY rafael.perezgay@milenio.com @RPerezGay

Empiezo por el final: cada vez quiero más a los perros. Lo digo en serio. Estoy convencido de que Orhan Pamuk tuvo razón: desde luego los perros hablan, pero solo para los que saben escuchar bien. Tengo a la Moska. La paseo los sábados y los domingos. Un paseo largo, de esos que no se olvidan. Recuerden: no es lo mismo pasear que jugar.

Dirán que soy vanidoso, pero la Moska es una perra inteligent­e: si le dices ardilla, busca en lo alto de los árboles, si le dices pelota, la busca en la bolsa, si le dices juguete va y lo trae de una caja, si le dices dame un beso, te da un beso; si le dices cuidado, ladra de una forma seria, en fin, cincuenta cosas así. Si le dices agua, va a la fuente, pero ya no hay fuente.

Las bestias saben: ya no hay fuente. Escribí en esta página “Parque España, 1921”, en recuerdo de mi abuelo Herminio y del terreno baldío que convirtió en un parque para celebrar la consumació­n de la Independen­cia.

Salí con la Moska. No, señor, no es pastor alemán, ésta es una belga malinés, máscara negra. Sí, señora, gracias, buenos días. Siempre los humanos lo echamos todo a perder. Veo perros y se me compone la vida, la verdad. ¿Quién dijo que un perro es una exploració­n de la verdad y una revelación del amor? No sé, tal vez yo.

Por lo demás, creo que los perros, grandes o chicos, deben llevar correa en la ciudad, pero esa es otra historia. Le dábamos la primera vuelta al Parque España cuando descubrí no sin estupor que la histórica fuente del parque había sido cercada con vallas de metal, un letrero explicaba su nueva función: “Área canina alterna”. Donde hubo un chorro de agua que se elevaba, ahora los perros perseguirá­n pelotas.

Ya cité mil veces el poema de José Emilio Pacheco “Parque España”. ¿Por qué en lugar de rehabilita­r la fuente del parque, la volvemos un corral para perros?

Digamos, toda proporción guardada, esto: ¿Usted se imagina la Fuente de Trevi, en la Plaza España de Roma, ésa donde Mastroiann­i y Anita Ekberg se mojan y encuentran, s e la imagina usted seca, sin monedas bajo el agua, y dedicada a ser el comedero de las palomas?

Somos nuestra memoria, si la destruimos desaparece­mos la historia.

Sin la memoria, desaparece­mos la historia

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