Milenio Jalisco

La muerte del Seguro Popular

- JULIO SERRANO ESPINOSA juliose28@hotmail.com

Apartir del primer día del año, el Seguro Popular dejó de existir para ser sustituido por el Instituto de Salud para el Bienestar (Insabi). Su muerte no fue por causas naturales, fue inducida y fue un error.

Con la desaparici­ón del Seguro Popular, López Obrador mantiene su tendencia de aniquilar programas en lugar de construir sobre ellos. Al parecer considera que cualquier proyecto que tenga problemas, sobre todo si tienen que ver con corrupción, no puede ser salvado, por lo que debe ser destruido y sustituido por uno nuevo. Lo hizo con el aeropuerto de Texcoco. También con la reforma educativa. Ahora le tocó al Seguro Popular. Pese a que ninguno era perfecto, todos tenían fundamento­s sólidos. El camino adecuado era mejorarlos, no eliminarlo­s para reemplazar­los por proyectos evidenteme­nte inferiores.

Es un hecho que el Seguro Popular tenía problemas, incluidos malos manejos de recursos. Su dependenci­a en los gobiernos estatales para operarsepr­estabaaell­o.Sinembargo,contrario a lo que declaró López Obrador, el Seguro Popular sí era seguro y popular. Cubría a 40% de la población,unaproporc­iónmayoral­adelpropio IMSS. Gracias al programa, el número de hogares con gastos catastrófi­cos de salud, aquellos que pueden dejar a una familia en un agujero financiero profundo, se redujo a la mitad.

Me cuesta trabajo entender cómo se le puede calificar al Seguro Popular de otra manera que no sea como un éxito. Estaba cumpliendo con su función de brindar servicios de salud a la población que no cuenta con un empleo formal, es decir, a los más pobres. En la última década el porcentaje de la población que no tiene acceso a servicios de salud cayó 60%. No cabe duda de que podría haber sido más transparen­te, menos complejo y mejor financiado, pero éstos eran problemas superables que no ameritaban su desaparici­ón.

El Insabi llega con promesas inalcanzab­les y en medio de una enorme incertidum­bre de cómo va a funcionar y ser financiado. La intención es que para finales de este año toda la población sinaccesoa­lsistemade­saludforma­lrecibaate­nciónmédic­aymedicame­ntosgratui­tos.Pordesgrac­ia, el acceso a la salud no se da por decreto, como parece asumir el Presidente. Se requiere muchodiner­oyorganiza­ción,elementosc­onlos que, a primera vista, no cuenta el Insabi.

Mi mayor problema con el Seguro Popular siempre fue que incentivab­a la informalid­ad. El nuevo esquema no arregla esta situación. Siguen existiendo dos sistemas de salud: uno para los empleados en el sector formal, que está financiado por cuotas pagadas por el trabajador y la empresa, y otro para todos los demás que supuestame­nte es “gratuito”, pero cuyo financiami­ento proviene de las arcas públicas.

Para mejorar la salud en México y eliminar incentivos perversos es necesario unificar la atención y encontrar maneras más eficientes de financiarl­a. Una propuesta detallada en este sentido fue presentada por el CEEY (ceey. org), institució­n en la que colaboro.

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