¿Qué son 20 años?
Ala distancia de un siglo bien caigo en la cuenta que el recién alumbrado 2020 es un lance conservador en propuestas sonoras comparado con su homólogo 1920. Cierto, las comparaciones son odiosas, pero no se trata de cotejar sino reflexionar acerca de la producción y posición estética de aquellos compositores que en sus momento apostaron por la innovación y ruptura de esquemas en el lenguaje de la música de concierto aunado a lo que acontece en el presente. Me explico: Las dos primeras décadas del siglo pasado ya habían escandalizado en escenarios de los teatros con la presencia de los modernos usurpando con partituras que hoy nos resultan memorables para la historia contemporánea, tal es el caso de Arnold Schoenberg, Edgar Varese, Igor Stravinsky, Charles Ives, entre otros que exploraron los sonidos con instinto alquimista; el resultado: la emancipación de la armonía y fractura del esquema rítmico ordinario, amén de una instrumentación/orquestación insólitas; y sólo tuvieron dos décadas para conseguir tal proeza. Por el contrario, nuestro actual Siglo XXI ha re- sultado ser un enigma de propuestas sonoras donde cada compositor en su posición individualista y un tanto egoísta no termina por definir su postura estética. La música de las dos primeras décadas de nuestra centuria ha resultado ser más una revisión y acumulación de modelos ya aprendidos y que en muchos de los casos se resuelven en arquetipos híbridos. Las tendencias se multiplican en una encrucijada de individualidades bajo una condensación de maquetas sonoras donde a falta de un método pronto diluyen su permanencia. Si bien es cierto no siempre un compositor se adhiere a un estilo vigente; igual puede vivir al margen de éste, de ahí los intentos por precisar de alguna manera su patente, es decir, si el proceso de composición se ajusta a una técnica o método específico como lo fue en su momento el dodecafonismo (1923) o el serialismo integral (1950). Esta patente que se busca sólo la podemos diagnosticar hoy día como eclecticismo. En medio de esta disyuntiva, y a la llegada del 2020, aún no tenemos una obra musical del nivel de un “Pierrot Lunaire” (1912), y “Le Sacre du Printemps” (1913). En dos décadas no hemos conseguido lo que los modernos en 1920 ya tenían de qué presumir..
A la llegada del 2020, aún no tenemos una obra musical del nivel de un “Pierrot Lunaire”