“La tragedia de Torreón abre una serie de reflexiones”
Encontré en las notas de esta semana una que me llamó la atención: unos jóvenes en la Ciudad de México fueron detenidos por tener un lote de golosinas Pelón Pelo Rico adulteradas con marihuana. Una combinación deliciosa para los consumidores de la droga y, también, para niños que -de esa forma- podrían convertirse en nuevos clientes.
No es aislado el caso. Los traficantes de droga intentarán, por cualquier método, enlistar nuevos usuarios para su cartera. Lo hacen en tardeadas, en salidas de escuelas, en fiestas privadas y en intercambios.
En cada caso, es imperativo que los padres de familia se hagan cargo de la educación y concientización de sus hijos, algo que se escapa.
La tragedia de Torreón abre una serie de reflexiones para todos.
La natural es la relación de padres, hijos, maestros y compañeros. Al día de hoy, no hay una certeza de cómo era la convivencia diaria del infante con los demás alumnos del Colegio Cervantes. Pareciera que la investigación -y, para el caso, el gobierno de Miguel Riquelmetuviera un especial interés en exculpar a la escuela y a todos sus miembros. De forma real, ha habido pocas investigaciones de lo que pasaba en aulas y patios, más allá de la declaración de algunos compañeros -filtrada o tomada de forma irresponsable por los medios- sobre que, antes del ataque, el niño mencionó que ese “era el día”.
Ahí está otra interrogante: ¿Por qué ningún compañero reportó esa expresión? ¿Era algo común que decía, no les interesaba y lo tomaron como un juego o no había esa comunicación con los adultos pertenecientes a los cuerpos docentes y directivos?
Piensen por un momento la distancia entre alumnos y maestros en esa escuela. Trasladen eso a su escuela, a la de sus hijos.
Por último, hablemos de salud mental. Culpar a los padres y a la violencia de Torreón es algo normal y sencillo. Hagamos esto más complejo y preguntemos por qué los directivos no pensaron que un niño con esas características necesitaría un cuidado mayor en su educación y su relación con los demás. Su cuadro no era uno normal por más que fuera aplicado. La ayuda de un adulto en periodos de crisis (como fue notable pasaba este niño) es prioritaria en una escuela.
Sin embargo, se ha vuelto común que las instituciones de educación dejen de lado ese tipo de asesoría o cuidado. Pareciera que es más importante el cobro de cuotas y colegiaturas que la necesidad de atención en el desarrollo emocional y educativo de los alumnos.
No digo que el cuadro pueda repetirse, pero si que es momento de repensar los modelos educativos y enfocarnos en las necesidades globales de los educandos.
Apenas hace un mes, alumnos del ITAM se quejaron de falta de atención a cuadros de acoso sicológico y personal hacia alumnos. No es algo normal que, en un periodo corto, se ponga sobre la mesa de nueva cuenta el tema.
La seguridad no es una cuestión solo de cuidado de armas y menos de adjudicar culpas. Empieza en el aula con un “¿Cómo estás?
Ese inicio podría cambiar enormemente nuestra convivencia actual.
La tragedia de Torreón abre una serie de reflexiones para todos