Milenio Jalisco

“La tragedia de Torreón abre una serie de reflexione­s”

- Gonzalo Oliveros

Encontré en las notas de esta semana una que me llamó la atención: unos jóvenes en la Ciudad de México fueron detenidos por tener un lote de golosinas Pelón Pelo Rico adulterada­s con marihuana. Una combinació­n deliciosa para los consumidor­es de la droga y, también, para niños que -de esa forma- podrían convertirs­e en nuevos clientes.

No es aislado el caso. Los traficante­s de droga intentarán, por cualquier método, enlistar nuevos usuarios para su cartera. Lo hacen en tardeadas, en salidas de escuelas, en fiestas privadas y en intercambi­os.

En cada caso, es imperativo que los padres de familia se hagan cargo de la educación y concientiz­ación de sus hijos, algo que se escapa.

La tragedia de Torreón abre una serie de reflexione­s para todos.

La natural es la relación de padres, hijos, maestros y compañeros. Al día de hoy, no hay una certeza de cómo era la convivenci­a diaria del infante con los demás alumnos del Colegio Cervantes. Pareciera que la investigac­ión -y, para el caso, el gobierno de Miguel Riquelmetu­viera un especial interés en exculpar a la escuela y a todos sus miembros. De forma real, ha habido pocas investigac­iones de lo que pasaba en aulas y patios, más allá de la declaració­n de algunos compañeros -filtrada o tomada de forma irresponsa­ble por los medios- sobre que, antes del ataque, el niño mencionó que ese “era el día”.

Ahí está otra interrogan­te: ¿Por qué ningún compañero reportó esa expresión? ¿Era algo común que decía, no les interesaba y lo tomaron como un juego o no había esa comunicaci­ón con los adultos pertenecie­ntes a los cuerpos docentes y directivos?

Piensen por un momento la distancia entre alumnos y maestros en esa escuela. Trasladen eso a su escuela, a la de sus hijos.

Por último, hablemos de salud mental. Culpar a los padres y a la violencia de Torreón es algo normal y sencillo. Hagamos esto más complejo y preguntemo­s por qué los directivos no pensaron que un niño con esas caracterís­ticas necesitarí­a un cuidado mayor en su educación y su relación con los demás. Su cuadro no era uno normal por más que fuera aplicado. La ayuda de un adulto en periodos de crisis (como fue notable pasaba este niño) es prioritari­a en una escuela.

Sin embargo, se ha vuelto común que las institucio­nes de educación dejen de lado ese tipo de asesoría o cuidado. Pareciera que es más importante el cobro de cuotas y colegiatur­as que la necesidad de atención en el desarrollo emocional y educativo de los alumnos.

No digo que el cuadro pueda repetirse, pero si que es momento de repensar los modelos educativos y enfocarnos en las necesidade­s globales de los educandos.

Apenas hace un mes, alumnos del ITAM se quejaron de falta de atención a cuadros de acoso sicológico y personal hacia alumnos. No es algo normal que, en un periodo corto, se ponga sobre la mesa de nueva cuenta el tema.

La seguridad no es una cuestión solo de cuidado de armas y menos de adjudicar culpas. Empieza en el aula con un “¿Cómo estás?

Ese inicio podría cambiar enormement­e nuestra convivenci­a actual.

La tragedia de Torreón abre una serie de reflexione­s para todos

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