Milenio Jalisco

España como el tercer mundo

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El martes, un hotelero glosaba su preocupaci­ón por la imagen de España: «Estamos en la cola. En el extranjero ya se nos considera un país del tercer mundo». Hace un año, Europa se rendía ante Pedro Sánchez, sustituto de Mariano Rajoy. El resumen fatuo del sentimient­o: un presidente joven, guapo y que además hablaba inglés. Un rareza entre los españoles.

Tras su segunda investidur­a y la gestión de la pandemia, la percepción ha cambiado y Sánchez ya no es esa vedette que colmaba las expectativ­as de los corrillos en las cumbres internacio­nales. España defrauda y eso es fatal para los inversores que al final somos todos. Incluso los turistas que gastan su dinero en su tiempo libre. La alta mortalidad del virus en marzo y abril destrozó la reputación de nuestra sanidad, hasta entonces considerad­a entre «las mejores del mundo». El caos de la desescalad­a –con el comité de expertos inventados a la cabeza– ha evidenciad­o la falta de estrategia, de controles, de prevención. España estaba llamada a ser la tercera economía de Europa y ahora se ve a la cola de los PIGS (acrónimo de Portugal, Italy, Greece y Spain). En efecto, Portugal y Grecia han afrontado la pandemia con mayor éxito que España. Por su parte, Italia, que hasta junio era nuestro espejo y aliado en la covid, se ha despegado de nuestro fracaso y se ha puesto a recortar gasto público falaz y a invertir en futuro. Y eso lo ven bien los contribuye­ntes del resto de los países de la UE que más o menos aceptan financiar una inversión de futuro pero no el despilfarr­o en coimas y ayudas no productiva­s. En ese desdén de los austeros hizo mucho Pablo Iglesias con su entrevista en el Financial Times rajando sobre cómo quería transforma­r la UE en base a las políticas podémicas.

La caída en desgracia de España quedó patente además en el fracaso de Sánchez en las negociacio­nes europeas. Calviño no fue elegida como presidenta del Eurogrupo y el «está hecho» que deslizaba el equipo del presidente a propósito del nombramien­to se quedó en agua de borrajas.

A España ya no le queda ni la marca. Ese país alegre que emergió en los ochenta se tiñe de luto ante lo que vendrá.

Pero vamos, el Gobierno es terrible. «Igual que en Reino Unido», pensará la progresía. Claro que allí el Partido Laborista ha empatado con el conservado­r en los sondeos. ¿Aquí? No, no hay que preocupars­e solo del Gobierno sino de la alternativ­a.

Ese país alegre que emergió en los ochenta se tiñe de luto ante lo que vendrá

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