La humanidad ante El Precipicio
El historiador Yuval Harari, en su magnífica triada de obras sobre el pasado, presente y futuro de la humanidad, nos planteó la motivante transición del homo sapiens hacia el estatus de divinidad; es decir, al dominio pleno de los elementos y del destino. Nuestra misión inevitable es transitar de animales a dioses, dice Harari.
Llegó el covid-19 y, citando a Eduardo Santana, de la Universidad de Guadalajara,
“nos vino a recordar que somos animales.” Nuestra transición a la divinidad no es inevitable y, por lo pronto, debemos volver a enfocarnos en la cuestión esencial: sobrevivir. El primero y mayor de los retos sigue siendo existencial. El futuro de la humanidad no está garantizado.
Estos desafíos existenciales los aborda el filósofo de la Universidad Oxford, Toby Ord, en su libro El Precipicio: Riesgo existencial y el futuro de la humanidad. Obra indispensable-publicada antes del covidpara reflexionar sobre lo que el homo sapiens ha logrado en apenas 200,000 años de trayecto, y lo que puede estar por venir si logramos sobrevivir en el largo plazo (recordemos que en términos geológicos el “largo plazo” son miles de millones de años).
No será fácil. Ord argumenta que la humanidad se encuentra en su adolescencia, etapa de alto riesgo en la cual, como en la vida de una persona, se cometen errores que pueden cancelar nuestras alternativas futuras. Estamos pues en estado de alto riesgo existencial, caminamos sobe el precipicio.
Por primera vez en la historia tenemos tecnologías que pueden destruirnos e insuficientes instituciones para protegernos. Un arrebato adolescente puede poner en riesgo el potencial de desarrollo de la especie humana y, por ende, traicionar a las generaciones por nacer.
¿En dónde estamos parados? ¿Cuáles son los principales riesgos que nos pueden hacer caer al precipicio? Todos son antropogénicos: armas nucleares, cambio climático, inteligencia artificial y pandemias biodiseñadas.
La salida es construir una mejor gobernanza global, pero estamos en pañales. Un ejemplo: la Convención de Armas Biológicas, encargada de prevenir el bioterrorismo, tiene apenas cuatro empleados y menos presupuesto que un Starbucks.
La salida es construir una mejor gobernanza global