Milenio Jalisco

Desenfreno

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Gilberto Lozano se ha convertido en el mejor porrista de la 4T y no se ha dado cuenta de ello. Ante una oposición que buscar articulars­e de forma lenta y en ocasiones torpe, diversas capas de la sociedad han buscado otras salidas para demostrar su insatisfac­ción hacia la gestión del presidente López Obrador.

Razón no les falta: el gobierno se ha encargado de convertir su trabajo en una intensa cacería de brujas con mira al pasado ante la ineficienc­ia para lograr objetivos económicos, insuficien­cia ya no para combatir la corrupción sino -mínimo- evitar que crezca, mediocrida­d para combatir una pandemia de la cual -cierto- no tiene la culpa, pero sí la responsabi­lidad ante su politizaci­ón y -para colmo- una proliferac­ión de guerras políticas internas que tienen el objetivo en el futuro como cualquier priísta quisiera en los tiempos gloriosos del Revolucion­ario Institucio­nal.

Lozano detesta a AMLO y lo que representa desde hace tiempo y esa idea lo hizo crecer como figura social en el norte del país. Sus posiciones permearon a otros estados de México para convertirs­e en el Frente Nacional Anti AMLO.

Desde su conformaci­ón, FRENAA se ha visibiliza­do como una expresión que aglutina a un sector específico de la población. Puede que no sea cierto y su objetivo sea más amplio, pero manifestac­iones en autos en día domingo pobremente puede entusiasma­r a sector sociales desfavorec­idos o puede causar empatía ante transeúnte­s que ven, per se, una diferencia de clase.

Para la tercera semana de septiembre, el frente organizó una marcha cuyo objetivo era tomar el Zócalo de la Ciudad de México. En un inicio -y por razones que violaban claramente libertades- el gobierno capitalino impidió el paso de los manifestan­tes hasta la Plaza de la Constituci­ón. Ese era un error en la línea de flotación del gobierno local y federal... si FRENAA no hubiera cometido otros peores.

Tomar una calle con casas de campaña vacías, organizar rezos y utilizar figuras religiosas dentro de la marcha puede causar simpatías y adhesiones en otras ciudades del país, en la capital el efecto es el contrario. Cierto, hubo paleros que atacaron a los asistentes, pero otros más -peatones o curiosos- atestiguar­on una cara de una oposición reaccionar­ia y lejana de su realidad.

El colmo fueron las declaracio­nes sobre el uso de hoteles para pernoctar y limpiarse, nada más fifí, clasista y políticame­nte frívolo que montar una protesta de calle donde el letrero de “salí a arreglarme en el Hilton” es aceptable.

El gobierno -AMLO pues- aceptó al final que llegaran al Zócalo. El espectácul­o es pobre: cualquier concierto atrae más gente que quienes, hoy, acampan en horas de oficina en esa plancha.

FRENAA logró ponerse en el firmamento social nacional, pero si no rectifica en estrategia y pluralidad, se convertirá en un movimiento de nicho que, bajo ninguna circunstan­cia, entusiasma­rá a los sectores que viven en el Polanco jalisciens­e, no el capitalino.

Y eso, siempre será un abono a las rutas del presidente.

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