Messi se queda solo
Cuando dos futbolistas son capaces de comunicarse en el campo con un gesto, una señal o una simple mirada, hay un grado de entendimiento que les convierte en un mismo jugador.
Entonces pueden intuir sus movimientos y conocer sus intenciones incluso sin mirarse. La conexión es máxima cuando su comunicación es sensorial: uno sabe en qué está pensando el otro y pone el balón justo donde aparecerá. Si además estos jugadores conviven fuera del campo, son amigos o comparten una forma de entender la vida, ese vínculo es tan fuerte que su talento se multiplica: juntos juegan mejor.
La historia del futbol ha dejado legendarias duplas de atacantes: Pelé, primero con Garrincha y después con Jairzinho en Brasil; Ghiggia y Schiaffino con Uruguay; Bobby Charlton y George Best con el United; Gullit y Van Basten con Holanda y el Milán; Romario y Bebeto, o Ronaldo y Rivaldo, también con Brasil; Maradona y Caniggia con Argentina; Klinssman y Völler con Alemania, o Zinedine Zidane y Alessandro Del Piero
Juntar dos futbolistas de semejante talento en el mismo equipo no es sencillo
con la Juventus.
Juntar dos futbolistas de semejante talento en el mismo equipo no es sencillo. Los tiempos del futbol son caprichosos. Así que juntar a tres es más complicado: Pelé, otra vez, junto a Didi y Vavá en Brasil es un ejemplo; como el de Puskas, Di Stéfano y Gento en Real Madrid; el de Puskas, Kocsis y Hidegkuti con Hungría, y el de Kocsis, Kubala y Czibor con el Barça.
Nuestra época puso a Messi en el centro, junto a Xavi e Iniesta, y más tarde, juntó a Messi con Luis Suárez y Neymar. La última tripleta de atacantes que tuvo el Barça, con el argentino, el brasileño y el uruguayo, cobró mucha fama, pero no alcanzó el nivel de la anterior: faltó tiempo para verlos más. Con un rendimiento descomunal, 228 goles en 110 partidos entre los tres, queda la sensación de que así como Xavi e Iniesta hicieron mejor jugador a Messi, Messi fue el que mejoró el futbol de Suárez y Neymar.