Isela Vega y Clara Luz
C onmovido, el cartujo se derrumba al enterarse de la muerte de Isela Vega, la gran estrella de su lejana juventud. Era hermosa, rebelde, desinhibida, malhablada. La conoció en diciembre de 1981, cuando la entrevistó por primera vez en la Carpa México de Paseo de la Reforma, supo entonces de su inteligencia, franqueza y sentido del humor, de su desconfianza hacia los políticos, la mayoría solemnes y arrogantes como Clara Luz Flores, candidata de Morena al gobierno de Nuevo León, quien hace unos días perdió los estribos por una parodia y denunció a su autor —Marco Polo— ante la Fiscalía Especializada en Delitos Electorales “por violencia política de género”, enseñando el cobre de la intolerancia.
Discípula de Seki Sano, parte del elenco de la legendaria obra Zaratustra, de Alejandro Jodorowsky, Isela asumió con alegría y honestidad cada episodio de su vida. Disfrutaba desnudarse, como evidencian sus películas y las fotos de Nadine Markova y Paulina Lavista, y defendía el derecho a la risa y el cine de ficheras. Los mexicanos —les dijo a Andrés de Luna y Norma Patiño en 1981— “no queremos drama, porque eso lo vivimos a diario, en el trabajo y en todos lados”.
A finales de los setenta y principios de los ochenta del cada vez más distante siglo XX, Isela revivió el espíritu de las carpas, “el teatro más mexicano”. Produjo y protagonizó obras como La sexycienta, una serie de sketches con música, albures, desnudos. “Yo soy gran admiradora de este tipo de teatro —decía—. En las carpas se ventilaban todas las situaciones sociopolíticas y económicas del país, se criticaba, de ahí su importancia”. De ahí también su deseo de continuar esa tradición, de satirizar a los políticos, de exhibir sus mentiras y doble moral, como durante tantos años lo había hecho y continuaba haciendo el genial Jesús Martínez Palillo.
Con la edad, Isela Vega asumió con éxito nuevos retos profesionales, nunca dejó de ser insumisa y divertida; hará mucha falta en este tiempo pacato. Tal vez al enterarse de lo sucedido con Clara Luz le recomendaría: “Ríase, señora candidata”, una buena carcajada alivia el alma.
Queridos cinco lectores, El Santo Oficio los colma de bendiciones. El Señor esté con ustedes. Amén.
La estrella asumió con alegría y honestidad cada episodio de su vida