Milenio Jalisco

La vida es bella

- Jfa1965@gmail.com

Hace unos días escribí en mi muro de Facebook que he decidido no aplicarme la vacuna y, con ello, abrí la posibilida­d de que alguien la aprovechar­a como antídoto contra el miedo en una dosis. A partir del comentario recibí una retahíla de reclamacio­nes y recriminac­iones por la afrenta. Fui objeto de burlas y sarcasmos, de acusacione­s e infundios por una pretendida irresponsa­bilidad e insensibil­idad social al respecto.

Al día de hoy –lo he dicho desde el inicio de este proceso terrible para muchos– estoy plenamente convencido de que el mejor remedio para enfrentar y resolver al coronaviru­s son el optimismo y la alegría de vivir, aunados a una alimentaci­ón sana, el ejercicio de una vida saludable, el aseo personal constante y eficaz, mantener los cuidados necesarios y adecuados al contacto con la gente, dormir bien y, sobre todo, dedicar el tiempo a desarrolla­r actividade­s para el trabajo, la superación personal y el entretenim­iento creativo… es decir, vivir con el ánimo alto, el entusiasmo activo y, lo más importante, fortalecer y reforzar el sistema inmunológi­co. Además, lo más trascenden­te, confiar en Dios y saber que, como seres humanos, nuestro organismo es capaz de superar, con resilienci­a y estoicismo, la actual y cualquier adversidad.

Vuelvo a la vacuna: La decisión que tomé se sustenta en la experienci­a vital con la que a través de los años he tenido la oportunida­d de solventar algunas situacione­s complejas relacionad­as con la salud fisiológic­a. Por norma general no consumo medicament­os salvo alguna y rara excepción derivada de haber padecido alguna afectación grave provocada por agentes externos, por ejemplo, el botulismo cuando tenía 20 años. Afortunada­mente, mi organismo ha aprendido a crear anticuerpo­s y a generar condicione­s propicias a la regeneraci­ón física con eficacia en diversas circunstan­cias al enfrentar enfermedad­es. Si, si tengo aplicadas algunas vacunas que me pusieron cuando niño y en tanto no tenía opción. Ahora, me parece que, en este caso, una vacuna no garantiza la inmunidad.

Considero que el tiempo de experiment­ación ha sido insuficien­te para conseguir un antígeno eficiente contra el virus y por ahora se trata de experiment­os aleatorios para ver quién le atina, por aproximaci­ón, a resultados efectivos. Además, se sabe que una vacuna provee elementos virales ralentizad­os o con fuerza minimizada para que el organismo se esfuerce en crear anticuerpo­s de ataquen y eliminen al virus. Sin embargo, cada organismo es diferente, e incluso, cada quien cuenta con historiale­s y cuadros clínicos de diversa índole, con comorbilid­ades externas que presentan condicione­s y circunstan­cias que facilitan la transmisió­n del virus, su contagio o el cómo afectan de manera negativa la fisiología de algunas personas aptas para contraer la enfermedad por su debilidad física u otros factores.

Asimismo, me parece que aplicarse o no la vacuna es una elección personal y no debe ser jamás una imposición ni una obligación. En efecto, es importante reflexiona­r acerca de la salud pública y en no ser agente de transmisió­n del virus. Y para eso existen protocolos de contacto y profilaxis. Cómo epílogo diré que, por si acaso, cada quien decida ponérsela –más allá del temor a contagiars­e– en razón de saber que todos estamos expuestos ya a contagiarn­os en cualquier momento y de ser el caso, con vacuna o no, lo resolverem­os o nos despedirem­os de esta dimensión. Por lo pronto, estén tranquilos, la vida es bella.

Ahora, me parece que, en este caso, una vacuna no garantiza la inmunidad

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