“Inestabilidad política, el statu quo de nuestra convivencia”
Cada controversia que inflama el debate público mexicano se acompaña por la exigencia de un engaño que supone la democracia es sencilla. El embiste se repite en lo predecible, es turno de la diatriba del presidente contra jueces que fallan en su contra y de las declaraciones que entregan los réditos de una obra pública a las fuerzas armadas.
Se han hecho monótonas las voces que acusan sorpresa ante cada ejecución de un método anunciado; incapaces de admitir que son ejemplos diarios de la misma ausencia. Si hoy son los jueces y las supuestas rentas de un tren que administrará el ejército, mañana será otro caso que rechaza la compleja fragilidad de una democracia. Aún más en la precariedad de la política mexicana.
Lo que se autonombró transformación institucionaliza la búsqueda continua de lo inestable. Donde reina la inestabilidad se fomentará el reduccionismo, mientras lo estable alimenta la profundidad del análisis. La inestabilidad política es el statu quo de nuestra convivencia pública.
De jueces a vagones, no se trata de entender la lógica de un gobierno como de defender la lógica con la que las democracias aspiran a ser funcionales.
El episodio del tren es exhibición del autoengaño: un gobierno que no ve al erario como un conjunto de bienes, que convierte al ejército en su propia nación dentro del Estado mexicano. En su mentira, asume que la opacidad sólo es privada y con la creencia de que la corrupción es una identidad pasada o privativa del mercado, hace mercado al ejército y alienta la corrupción del Estado. Desecha los mecanismos para evitar la corrupción y no tiene mayor muestra de probidad que una palabra con buenos niveles de popularidad.
El Presidente que intenta ganar en medios lo que corresponde a tribunales, usa los tribunales como primero y no último recurso en apuesta por los favores de la nulidad legislativa. Convierte al Ejército en un administrador público que no representa a nadie y al incrementar su peso político, amenaza la administración representativa.
Discutimos ejemplos y abandonamos las bases de lo que debería ser un debate nacional cotidiano: el equilibrio de poderes y su distribución en un ejercicio permanente de rendición de cuentas.
El Presidente convierte al Ejército en un administrador público que no representa a nadie