Milenio Jalisco

Historia Carlos, fallecido 1: del Palacio de los Deportes a INER

- JORGE BECERRIL

Sentada en el comedor de su casa, Adriana regresa a los días confusos en que su esposo, Carlos, la primera víctima mortal del covid-19 en México, adquirió el virus.

Las imágenes avanzan así en su memoria: hay un concierto en el Palacio de los Deportes y mucha felicidad, luego hay momentos borrosos que dan paso a los síntomas de la enfermedad, el traslado al hospital y la muerte. Enseguida viene la discrimina­ción a su familia por haber tenido la mala suerte de ser el primer caso en el país.

“A veces no comprendo exactament­e lo que pasó”, dice en su domicilio del Estado de México; “Se me ha venido a complicar la vida, pero ahí vamos, enfrentand­o los problemas que vienen”.

El fallecimie­nto ocurrió 18 de marzo de 2020 en el Instituto Nacional de Enfermedad­es Respirator­ias (INER). La causa fue establecid­a como covid-19, agravado por la diabetes y el sobrepepeq­ueño so de Carlos, de 41 años.

El matrimonio estuvo días antes en un concierto de la banda sueca Ghost, lo que desató una psicosis colectiva en CdMx por todos los asistentes que pudieron contagiars­e en el domo de cobre.

Ambos se conocieron hace 26 años y vivieron juntos 22. Tienen un hijo de 18 años que, en buena medida, asumió el rol de jefe de familia; “No me arrepiento de haber ido al concierto, era una de las actividade­s que disfrutába­mos mucho. Fue un día excelente. Solo fuimos él y yo, mi hijo ya estaba grande y nosotros retomábamo­s nuestra vida de novios”.

Ella recuerda que el concierto se realizó el 3 de marzo y que su esposo comenzó a tener malestares antes. Así descarta que el virus lo haya adquirido en ese sitio.

Asegura que tras la muerte de Carlos vinieron los días complicado­s: No hubo pensión o ayuda económica de ningún tipo, ni un acercamien­to de las autoridade­s.

Su hijo y ella sobreviven de un de negocio de publicidad. “La vamos pasando como podemos, con los ahorros”.

Lo que sí lamenta es que tras el fallecimie­nto de su esposo, además de los retos económicos, fueran señalados como un foco de contagio; “La gente nos veía como bichos raros y ahora, lamentable­mente, han muerto casi 200 mil personas. Ya no soy un caso aislado, somos parte de una estadístic­a. Fue lamentable la conducta de la gente al principio: en redes sociales había comentario­s de que querían venir a mi domicilio”, explica.

Aunque han pasado 12 meses, el duelo continúa. En algún lugar de su casa, Adriana conserva las cenizas de su esposo; no tuvo la oportunida­d de despedirse, así que a veces intenta tener una conversaci­ón con su presencia imaginaria.

No acudió al INER para no poner en peligro a más personas, así que su despedida se reduce únicamente a una comida: atún con pepinos. El platillo favorito de Carlos.

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