“Ernst Jünger sitúa la desenvoltura como una forma de poder”
Ernst Jünger se ocupa, en uno de sus ensayos (“Sobre la désinvolture”, 1938), de un concepto que normalmente está fuera del radar del ciudadano del siglo XXI, y que probablemente deberíamos reincorporar: la desenvoltura, esa actitud, ese modo de obrar, de desplazarse, de interpelar que hace que una persona esté en cualquier lugar como si fuera el suyo.
Francis Bacon decía que la desenvoltura es posible cuando las ruedas del espíritu de una persona, “giran a la vez que las ruedas de su fortuna”. Jünger añade otra idea: “La désinvolture es un don natural y espontáneo y, en cuanto tal, mucho más emparentado con la fortuna o la magia que con la voluntad”.
Al hacer de la desenvoltura, del saber estar, un talento innato, Jünger nos deja sin esperanza a los que no lo tenemos, pero resulta que también existe la rama esforzada de los desenvueltos, de los que saben estar porque lo han aprendido, como nos han enseñado Oscar Wilde o Virginia Woolf y, sobre todo, como han demostrado los dandis, esa tribu de desenvueltos que sabían estar en cualquier sitio.
Jünger añade una idea más: “la
désinvolture es una forma particular de serenidad”, que debe ir
siempre “acompañada por la souplesse, la flexibilidad”.
En su extraordinaria novela Sobre los acantilados de mármol (1939), Jünger vuelve sobre el concepto y sitúa la desenvoltura como una forma de poder: “el poder vivía demasiado en los pensamientos, y muy poco en la
grandezza, en la innata désinvolture”, y advierte que el gobernante que no actúa con desenvoltura, suele aferrarse “al principio subordinado de la virtud”, lo cual es “un síntoma seguro de decadencia”.
Más vale que el presidente del país sea desenvuelto y no virtuoso, nos dice Jünger, pues el que sabe estar, sabe actuar, mientras que el otro vive encandilado, ofuscado, por su propia virtud.
En el plano personal Wilde, Woolf y el dandismo nos invitan a practicar la desenvoltura, a hacer de cualquier lugar nuestro lugar; a desplegar el fino arte de saber estar.