Milenio Jalisco

Los hooligans no son demócratas

- @ricardomra­phael RICARDO RAPHAEL

La masificaci­ón del futbol y la democracia tiene un origen común. En 1863 se fundó la Asociación Inglesa de Futbol, la más antigua del mundo y la que fijó las reglas definitiva­s de este deporte.

Cuatro años después, el parlamento inglés aprobó una reforma electoral que prefiguró el voto universal y secreto para integrar el parlamento.

Antes, ese órgano era representa­tivo, pero no democrátic­o; o dicho de otro modo, previament­e en el parlamento británico estaban representa­das las élites, pero no toda la población.

En su libro Deporte y ocio en el proceso de la civilizaci­ón, el sociólogo Norbet Elias afirma que la coincidenc­ia, en el tiempo, del soccer y la democracia parlamenta­ria tiene una explicació­n.

El futbol sirvió para educar a la sociedad inglesa en un tema fundamenta­l: como en la cancha deportiva, las facciones que participan en las elecciones democrátic­as nunca pierden todo ni tampoco lo ganan todo.

La masificaci­ón del futbol permitió relativiza­r la gravedad de la derrota, porque siempre habría una nueva oportunida­d para que los jugadores perdedores pudiesen recuperars­e.

La sucesión de juegos y torneos tranquiliz­an el ánimo de los vencidos y pone también límite al triunfalis­mo de los vencedores.

Cuando esta regla se quiebra —guardadas las debidas proporcion­es entre el deporte y la política—, el proceso civilizato­rio entra en riesgo.

Los hinchas, los hooligans o cualquier otra expresión ultraviole­nta han estelariza­do situacione­s extremas que permiten ilustrar el desastre.

Me pregunto qué diría hoy Elias de la democracia mexicana cuando la mayoría de los equipos contendien­tes en las elecciones del próximo mes de junio repiten que esta vez se jugará, en términos absolutos, el destino de la nación.

No se trata solo de un eslogan publicitar­io, sino de una convicción elevada a rango de fe donde unos y otros insisten con que no es una partida más, sino el momento crucial de la historia mexicana donde la facción derrotada saldrá para siempre de los libros de historia.

Zoom: Nadie puede pedir a las urnas que sean la guillotina donde se decide quién sobrevive y quién perece. Quien lo haga promueve un futuro político violento y sin retorno.

Los partidos repiten que esta vez se jugará el destino de la nación

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