Milenio Jalisco

Un Rojo en el Ipanema

- BRAULIO PERALTA

En 1939 Francisco Rojo Luch sale del puerto de Burdeos rumbo a México en el barco de vapor Ipanema, que llevaba a 994 refugiados españoles que huyen de Franco. Cruzar el Atlántico tardó casi dos meses. Un camino en el que pudieron ver: una lluvia de estrellas fugaces, aviones en vuelo, peces chicos y grandes saltando por los aires, atardecere­s y anochecere­s en la cubierta del navío, el mar picado y en calma, una luna llena, hermosos amaneceres en altamar, parar en la isla Martinica por una avería hasta que finalmente contemplar­on la arena y las conchas de la playa del puerto de Veracruz, un siete de julio.

El padre de Vicente Rojo llevaba en su maleta la foto de Teresa Almazán Corro, esposa que se había quedado en Bar celo na cuidando a los hijos. Vic ente—lleva el nombre por el tío, capitán del último ejército republican­o—, tenía siete años y esa memoria la plasmó en obras primeras: un aeroplano bombardean­do la capital catalana. Diez años tuvieron que pasar para reunir a la familia en un país que los recibió a brazos abiertos y en donde Rojo inició su amor al diseño y la pintura; su padre, ingeniero, respaldó la vocación de su hijo. Vicente re construyó reminiscen­cias basado enIpa nema. Diario de abordo. Creó 32 piezas realistas, alejada sd el abstracc ion ismoo ge o me trismo, con la historia de aquel escape de España en un barco de vapor.

Disfruté la exposición como aquel niño de siete años hilvanando recuerdos. Se expuso de agosto a diciembre de 2019, en el Colegio Nacional de la Ciudad de México. Muestra que por fortuna viajará por distintas partes del país. Hicieron un catálogo: Ipanema. Cuaderno de viaje de Francisco Rojo Lluch: la conmemorac­ión de Vicente a su familia y los refugiados españoles. Quizás ellos no lo sepan, pero un artista está hecho de remembranz­as y amores. Estas piezas son imágenes inventadas producto de la historia y la realidad. Es justamente su última exposición —aunque vienen otras—, y debe estar satisfecho de esa retícula abierta al pasado. Si viven en Monterrey, pueden hallarse con el trayecto de esa muestra itinerante.

Si el volver a ver a su padre fue en México cuando Vicente tenía 17 años, hoy otra vez se vuelven a querer a través del arte.

QEPD.

Diez años tuvieron que pasar para reunir a la familia en un país que los recibió a brazos abiertos

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