Arigatou Gozaimasu
Por primera vez desde su suspensión, tenemos certeza plena sobre la reorganización de los Juegos Olímpicos. Hasta hace unas semanas, Tokio 2020-2021 no lanzaba señales muy claras al mundo. Al contrario, su comité organizador se desmembraba, gran parte de sus ciudadanos se oponían, el gobierno tenía dudas y el COI no ofrecía soluciones inmediatas. Nadie quería aceptarlo y nadie se atrevía a decirlo, pero la amenaza de la suspensión definitiva estuvo varios días sobre la mesa de Yoshihide Suga, Primer Ministro japonés, y de Thomas Bach, presidente del COI.
Fue hasta el sábado 20 de marzo, cuando las autoridades y los comités que pagan y organizan los Juegos, tomaron una decisión independiente: la prohibición para recibir espectadores extranjeros, rescató el evento. A partir de aquí, los ajustes y protocolos que se determinen en cuanto a la participación de atletas y la cobertura de medios de comunicación, definirán la logística de los Juegos más complicados de la historia. En ese sentido, ha sido una bendición que, durante esta crisis, el olimpismo se encuentre en manos japonesas.
Con su capacidad para adaptarse al cambio, su fortaleza para reconstruirse, su cohesión social, su confianza en el trabajo, su ánimo de equipo, su sabiduría para resolver problemas y su milenario compromiso con el honor, la verdad y la razón; Japón ha vuelto a darnos una lección, en esta ocasión, manteniendo en movimiento un espíritu que se estaba deteniendo. Aunque parezca lejana, la inauguración de Tokio programada para el 23 de julio representa una enorme esperanza. Como ha sucedido en muchas ocasiones, los Juegos Olímpicos asumirán la responsabilidad de proteger la fe en la humanidad.
Quizá porque me considero un entusiasta creyente del olimpismo, su espíritu, su movimiento, su mensaje y su gente, doy tanta importancia al rescate de Tokio como un hecho fundamental en esta etapa de nuestras vidas. Porque esto no se trata del deporte como competencia y entretenimiento, sino del deporte como un símbolo y ejemplo de la recuperación que anhelamos. Mi vida necesita a los Juegos Olímpicos, doy gracias a Japón por custodiarlos. Estoy seguro que serán los más emocionantes de todos los tiempos.
Los Juegos Olímpicos asumirán la responsabilidad de proteger la fe en la humanidad