Milenio Jalisco

El impresenta­ble Brozo

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El cartujo lee con atención a quienes han comparado a Brozo con Félix Salgado Macedonio, restregánd­ole su misoginia. También podrían hablar de su vulgaridad y mal gusto y hasta de su zarrapastr­osa manera de vestir. No es un personaje simpático, todo lo contrario, esdesagrad­able, borra ch o, gandall ay ridículo como todos los machos.

Pero a diferencia de Salgado Macedonio, cuya candidatur­a en Guerrero hace agua pero no termina de hundirse, Brozo solo existe como caracteriz­ación de un actor con muchas tablas, quien lo hace creíble y, desde los años noventa, motivo de frecuentes discrepanc­ias.

Brozo refleja el pensamient­o y la manera de actuar de gran número de mexicanos, sin importar su condición social, económica o académica; y para hacerlo, su creador e intérprete utiliza la parodia, el sarcasmo, la sátira, de esta manera resalta lo grotesco de la conducta de tanta gente, entre ella funcionari­os públicos y políticos de todos los partidos y niveles. Brozo no es real, pero refleja parte de nuestra triste realidad, violenta, misógina, cínica.

Carlos Monsiváis escribió: “Podemos reírnos de todo, menos de la tragedia”, y hasta donde el monje sabe, Brozo no ha hecho mofa de las mujeres violadas, asesinadas, desapareci­das; sus vitriólica­s peroratas tienen como blanco el poder. No son políticame­nte correctas y por eso causan escozor entre los guardianes de la moral y las buenas costumbres.

Víctor Trujillo no es Brozo, como Nabokov no era Humbert Humber. Y solo desde la ceguera ideológica se puede equiparar al primero con un presunto violador como Salgado Macedonio, o al segundo con un pedófilo como el escritor francés Gabriel Matzneff.

Las mujeres protestan, con razón, por muchos motivos, durante largo tiempo han sido agraviadas por una sociedad machista, solapada atávicamen­te desde la cúspide del poder —familiar, empresaria­l, político—, pero es importante no confundir la realidad con la ficción, aunque esta resulte desagradab­le y hasta ofensiva para muchas personas, como esa serie infame de Acapulco Shore.

Y no, no se trata de defender a Brozo, solo de poner las cosas en su lugar.

Queridos cinco lectores, El Santo Oficio los colma de bendicione­s. El Señor esté con ustedes. Amén.

Solo existe como caracteriz­ación de un actor con muchas tablas

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