Birmex y la seguridad vital de los mexicanos
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Birmex era hace 50 años uno de los orgullos de autoafirmación nacional; y también parte del sentimiento de seguridad de la población mexicana. Empresa pública para asegurar la salud y el bienestar, producía las vacunas que, según la ocasión y circunstancia, resultaban necesarias para la población mexicana. Muchos de los adultos mayores actuales fuimos entonces convocados por las instituciones públicas de salud para ser inoculados,
Dice Pedro Zenteno Santaella, actual Director de Birmex, que su institución “llegó a ser potencia en la fabricación de vacunas. Hasta 50 millones de dosis al año se elaboraban en la planta; el país era autosuficiente, pero desde finales de la década de los 80 se empezó a abandonar esta actividad para priorizar la compra a los privados”.
Llegaron los tiempos neoliberales. Se nos impuso el Consenso de Washington, que nosotros no consensamos; el milagroso libre comercio traería de seguro cualquier oferta a cualquier demanda nuestra, garantizada y a precios competitivos.
Birmex dejó de producir vacunas y se dedicó a comprar. Llegó la pandemia y todos en el planeta necesitan ahora vacunas; y no todos las tienen, ni todos las producen, ni todos son solidarios.
La seguridad de la vida y salud de las y los mexicanos, puesta al azar internacional; perdió la apuesta.
El marco general de referencia de la salud pública en la Nación ha estado igualmente en una situación de desmantelamiento prolongado durante 40 años; y llevará, como es previsible, quizá un decenio en recomponerse, empezando por la formación de suficientes médicos y otros profesionales de salud y especialistas de cada ramo.
Por supuesto, hospitales equipados debidamente y otras instalaciones hasta ambulancias. Naturalmente la regeneración de Birmex para producir vacunas aquí.
Ante la pandemia, hubo que habilitar apresuradamente salas, camas y respiradores, para no ser rebasados por la afluencia de contagios.
Podemos todos consultar las cifras oficiales comparativas de carácter internacional para sentir dolor y vergüenza. No sólo los datos de la Organización Mundial de la Salud, sino hasta en órganos de “inteligencia” de las grandes potencias (como la CIA, por ejemplo).
Es verdaderamente bochornoso que México aparezca con 180 médicos por cada 10 mil habitantes, mientras Cuba, isla bloqueada por 60 años, cuente con 480 médicos (y eso le permita ser solidaria con numerosos países en desarrollo, que han levantado así sus niveles de salud, expectativa de vida y nutrición).
Inaceptable resulta tener que mencionar que en el estado de Jalisco, al menos un municipio arroja la cifra de mortalidad infantil de más de 16 por cada mil niños nacidos, cuando en la citada Cuba la cifra de mortalidad infantil llega escasamente a tres por cada mil niños nacidos; en Estados Unidos a seis y en Japón a dos por cada mil.
Con motivo de la pandemia todos los mexicanos nos hemos dado cuenta del estado deplorable que se encontraron los hospitales y centros de salud; y los esfuerzos verdaderamente titánicos para rehabilitar de manera urgente, para que ningún contagiado se quedará sin cama.
Queda una larga tarea por delante.
Todos nos hemos dado cuenta del estado deplorable que se encontraron los hospitales