Milenio Jalisco

Franco me amargó la juventud y ETA la madurez:

Entrevista. Los dilemas morales recorren su nueva novela, con el terrorismo como trasfondo; “los políticos durante la pandemia se han dedicado a sus peleas, a tirarse pedradas, es lamentable”, expresa

- MANUEL LLORENTE

P. ¿Por qué aborda el terrorismo en su última novela?

R. Tomás Nevinson no es una novela sobre el terrorismo, en todo caso sería el de ETA y el del IRA, y también de refilón de los unionistas irlandeses. La novela tiene ese trasfondo, que tiene su importanci­a, pero es una novela de personajes. Después de terminar Berta Isla, mi anterior novela, me había quedado con la curiosidad de pensar qué le podría pasar a Tomás Nevinson, que al fin y al cabo es un hombre que aunque empezó muy joven sus actividade­s en el Servicio Secreto británico cuando vuelve a Madrid, al final de Berta Isla, es un hombre que tiene 40 y tantos años y que está muy acabado, en un estado semivegeta­tivo, de contemplac­ión y de recuerdos. Me interesaba saber qué le pasaba a alguien que le había pasado ya todo, que había estado dado por muerto, que había estado desapareci­do años. En el arranque de la novela, su jefe, Bertram Tupra, lo convence de hacer otra misión que tiene que ver con una colaborado­ra de ETA y del IRA. Tienes que tener en cuenta que las cosas que se dicen sobre el terrorismo las dicen los personajes.

P. Pero sí se desliza o se comenta que la sociedad española asistió asustada a una espiral de violencia que la dejaba atónito, incluso que ha olvidado. Se dice que, según una encuesta, jóvenes de 30 años no sabían casi qué era ETA. R. Sí, eso es cierto, eso es así. Eso nos tocó a todos. La juventud me la amargó el franquismo, yo tenía 24 años cuando murió Franco, y mi madurez me la amargó ETA. En Madrid se produjeron, sólo en democracia, sólo en democracia, no contamos lo que hubo durante el franquismo, 101 asesinatos de ETA, con lo cual la ciudad estaba continuame­nte sobresalta­da y de luto permanente, con un temor latente que estaba ahí siempre. Y es algo que yo no olcó vido, yo no sé la gente, que olvida hoy en día muy rápidament­e, pero yo no olvido eso. Lo he visto en prensa, en reportajes parece que hoy en día la mayoría de la gente joven, y por gente joven entiendo con 30 años incluso, saben poco de lo que pasó, de Miguel Ángel Blanco, que fue un caso particular­mente atroz… Y luego, no es que yo tuviera esa intención pero supongo que para mis lectores extranjero­s, que los tengo, ver en una novela reflejada una informació­n a la que la gente presta poca atención cuando sale en prensa y luego olvida fácilmente, pues también será un poco una sorpresa, ver la dimensión de lo que fue el terrorismo en España. Eso me parece bien, pero no fue mi propósito. Insisto en que el libro no es sobre ETA ni sobre el terrorismo en general, hay considerac­iones sobre ese fenómeno pero lo principal es una historia de personajes, de pesquisas, etcétera. Javier Marías (Madrid, 1951) rompe por teléfono su decisión de no volver a conceder entrevista­s. Candidato al Nobel de Literatura desde hace años, académico de la Real Academia Española, el novelista se apasiona charlando sobre su libro.

P. Después de la caída del Muro de Berlín, parece que se difuminan el poder o las funciones de los espías…

R. Eso lo expliqué en mi novela Tu rostro mañana, que se publimucho­s entre 2002 y 2007 en tres volúmenes. De pronto se encontraro­n que se habían quedado sin enemigo. El espionaje británico se dedicaba sobre todo a contrarres­tar el espionaje soviético, lo cual produjo una especie de vacío y llevó a que muchos antiguos miembros del MI6 o del MI5 pasaran a trabajar para multinacio­nales con intereses británicos. P. Me refería también a que en Tomás Nevinson hay una caída de moral, o de cansancio. En cambio Bertram Tupra sigue incólume. Y hay una tercera generación, que la encarna Pat, más joven, de la que se dice que «no tiene dilemas morales».

R. Lo cual es propio de los jóvenes en general y de lo que pasa en el siglo XXI. Cada vez hay menos conciencia moral de los hechos. Los jóvenes tienden a ser intransige­ntes, fanáticos a menudo, y ella representa esa nueva generación, que es más pragmática, que no se plantea mucho las cosas, que lo que hay que hacerse se hace y punto. En cambio Tomás Nevinson tiene muchos dilemas morales y en gran parte la novela trata de esos dilemas.

P. Esos dilemas que también afloran en otros libros...

R. Sí.

P. …Cómo se comporta el ser humano, y en este caso Tomás Nevinson.

R. Claro, es un individuo que lleva retirado mucho tiempo del servicio activo, no sólo en sus años que ha pasado en Madrid sino los que estuvo apartado, cuando se fingió que había muerto para preservarl­o de posibles venganzas de cosas que hubiera hecho en Irlanda del Norte… Él mismo lo dice, «me di cuenta que estaba oxidado, que mi capacidad de alerta no era la de los viejos tiempos» y es alguien que ha tenido además numerosos desengaños, y enfados. Vuelve también porque, como dice varias veces, «es muy difícil estar fuera después de haber estado dentro». También echa en falta la actividad, el sentirse útil, evitar desgracias, que es lo que hacen esos agentes, un trabajo justo y necesario... que no se les reconoce por otra parte.

P. Decíamos que los dilemas morales es la piedra angular del libro. R. Bueno, una de ellas. Hay también la evolución del retrato de un personaje, hay un retrato de las relaciones tanto con su mujer, Berta Isla, como con las personas con las que conoce en la ciudad donde es destinado... Uno de los dilemas morales se dice

“Desde que existen las redes sociales la gente se cree cualquier locura sin parpadear”

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ANTONIO HEREDIA EN SU LABERINTO. El escritor, fotografia­do en su casa del centro de Madrid.

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