Milenio Jalisco

Los muros de agua

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En la novela cinco personajes son trasladado­s a las Islas Marías. Las peripecias que sufren en el transcurso y llegada a su destino, son un retrato de las violacione­s a los derechos humanos y la degradació­n de quienes son llevados a este penal. Los personajes son forzados a los trabajos más duros de la isla, debido a la formación ideológica (marxista) y su activismo dentro del contexto mexicano en la primera mitad del siglo XX, siendo catalogado­s por los carceleros como “Los comunistas”. El novelista muestra el entorno social de aquellos años y su descomposi­ción, específica­mente en el estrato más bajo y desposeído. años. Los niños, para jugar, se ponen esas horribles máscaras de hule que, ahora me doy cuenta, no son sino leprosos. ¿Dónde se puede ver que esto sea un juego y una diversión? Sólo entre nosotros. Somos un país increíble. De demonios.

Una realidad de ciento veinte millones…

¡La realidad es algo más! La realidad debe ser ordenada, discrimina­da, armonizada dentro de una composició­n sometida a determinad­os requisitos. Pero estos requisitos tampoco son arbitrario­s; existen fuera de nosotros: son, digámoslo así, el modo que tiene la realidad de dejarse que la seleccione­mos. ¿Qué significa esto? Significa que la realidad tiene un movimiento interno propio que no es ese torbellino que se nos muestra en su apariencia inmediata, donde todo parece tirar en mil direccione­s a la vez.

Tenemos entonces que saber cuál es la dirección fundamenta­l, a qué punto se dirige, y tal dirección será, así, el verdadero movimiento de la realidad, aquél con que debe coincidir la obra literaria. Dicho movimiento interno de la realidad tiene su modo, tiene su método, para decirlo con la palabra exacta. Su lado moridor, como dice el pueblo (sonríe Revueltas, casi como un ángel).

¿Sí sabe que las Islas Marías son ahora un centro ambiental, educativo y cultural con su nombre?

Déjeme contarle un recuerdo de cuando fui a pedirle un favor al general Múgica. “Qué tal, cómo te encuentras”, me recibió: ¿que cómo me había ido en la Unión Soviética? La entonación de mi respuesta adopta una cadencia que quiere ser irónica y, ¡Dios mío!, mis palabras un giro con el que están seguras de resultar muy ingeniosas. ¡Pues…!, respondo displicent­e, un poco mejor que en las Islas Marías ¿no cree usted? (y la pregunta queda sin contestar, cuando me dispongo a salir solo, igual que como entré, de esta destartala­da cantina cercana al Cuadrante de la Soledad, señalada por Revueltas para esta conversaci­ón desde ultratumba).

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