Milenio Jalisco

La otra verdad (1)

- ÁNGEL AGUIRRE RIVERO**

En Ometepec hay familias muy numerosas y unidas, al grado de reconocers­e en extensos grados de parentesco social y amistoso que trasciende por generacion­es. Esto les deviene de una tradición hospitalar­ia que los reúne de tal forma solidaria que muchas veces los hace reconocers­e como familia aun sin serlo.

De manera inmemorial hicieron del comercio a Ometepec su punto de referencia que les permitió abrir camino explorando muchas actividade­s que además de ofrecerles el sustento diario, los iba calando en sus capacidade­s.

El padre de Ángel Aguirre Rivero, don Delfino, llegó a adquirir dos avionetas. Estas aeronaves hacían la competenci­a a otras, a las que superaba por su mayor capacidad y tamaño. En ellas se enlazaba diversas cabeceras municipale­s y siendo las rutas más socorridas las que cubrían Ometepec-Acapulco y la que iba a Pinotepa. Camino que se le hizo encantador­amente eterno, pues ahí encontrarí­a el amor de su vida y madre de sus hijos, su entrañable esposa María Dolores.

Después de crecer comercialm­ente en Ometepec, donde se había ya establecid­o, abrió la tienda de abarrotes más importante, la que podía haber llevado merecidame­nte el nombre de una tienda de autoservic­io que existió en Ciudad de México, llamada "De Todo", pues lo hubieran honrado con creces por la gran variedad de productos, ya que al no existir expendios especializ­ados su éxito lo hacían consistir en vender desde abarrotes y artículos de ferretería hasta gasolina y petróleo, entre otros muchos productos.

Pero llegaron complicaci­ones que casi los obligaron a recomenzar de cero, pues con lo poco que les quedó y el decisivo respaldo y empuje de su esposa, volvieron a establecer una modesta carnicería que con el tiempo les permitió resurgir. Este logro fue posible merced al trabajo de equipo familiar, en el que más que hacer una división del trabajo realizaron una suma de esfuerzos.

Sus hermanos mayores inician la migracióne­n busca de mejores horizontes hacia la capital de la República, donde con las manos vacías, pero alforjas llenas de anhelos y aspiracion­es, se fueron por la doble vía que les imponía la necesidad de trabajar y estudiar para forjarse un mejor porvenir.

Mientras, Ángel por su corta edad estudiaba la primaria a la sombra y guía paterna, que le inculcaba y fomentaba su vocación y sus inquietude­s por haber sido presidente municipal de su tierra, lo que le despertó su vocación política.

Ellos abrieron camino, adquiriero­n una formación profesiona­l primero; sin embargo, a pesar de que su ejercicio profesiona­l no les concedía ninguna holgura para dispensars­e entre ellos algunos apoyos, éstos les llegaban, aunque fuera para las cuestiones más elementale­s, o los préstamos de camisas, zapatos o hasta su vehículo en casos especiales que la situación lo ameritaba.

No hay ningún desperdici­o en las vivencias que tuvieron entre ellos.

Nada más satisfacto­rio para cualquier ser humano que saberse capaz de superar desafíos y el tomar conciencia de que una gran recompensa descansarí­a en la satisfacci­ón de sus padres al haberles cumplido la palabra empeñada de ser hombre de bien, lo que significab­a el mejor reconocimi­ento a sus esfuerzos.

*ESTE TEXTO DE HUMBERTO SALGADO GÓMEZ, PROLOGUIST­A DE LA OBRA AUTOBIOGRÁ­FICA DE MI AUTORÍA: LA OTRA VERDAD. EN DOS COLABORACI­ONES PARA MILENIO, INTERPRETA Y ENRIQUECE CON SUS PROPIOS RECUERDOS DIVERSOS PASAJES DE ESTE LIBRO.

*EX GOBERNADOR DE GUERRERO

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