Brevísima historia del socialismo
Los izquierdosos tiene una muy limitada visión del capitalismo: es un sistema que saca provecho de los pobres. Su razonamiento no se entiende: si de algo carece la persona que no tiene dinero es de la capacidad de consumir bienes y servicios. Pues bien, ¿no es eso —que estemos comprando y comprando cosas— lo que promueven los apóstoles del libre mercado? ¿Cómo, entonces, es que los impulsores del modelo han dispuesto, al mismo tiempo, que millones y millones de individuos no puedan adquirir sus mercaderías?
Ah, y los mentados comunistas de clóset denuncian, encima, la plaga del consumismo, la versión más pedestre del “materialismo” que estaría carcomiendo a nuestras sociedades. Pero ¿de qué irrefrenable impulso hablan? ¿Del ataque de compras de una distinguida señora en un elegantísimo centro comercial o del súbito arrebato —destinado inexorablemente al fracaso por falta de plata— de quien aspira, de todas maneras, a poseer el celular de última generación o la pantalla plana? ¿Están condenando la desmedida adquisición de objetos suntuarios o censuran la existencia de anhelos en la gente que no puede comprar los tentadores artículos?
Las acusaciones lanzadas por los inquisidores al servicio del socialismo son, en el fondo, una radiografía de ellos mismos y pertenecen al ámbito psicoanalítico de la “proyección”, a saber, “la atribución a otra persona de los defectos o intenciones que alguien no quiere reconocer en sí mismo”, según la definición que encontramos en el diccionario de la Real Academia Española. De lo que hablan, más allá de la sensibilidad social que se espera de cualquier persona mínimamente preocupada por las durezas absolutamente reales que sobrellevan los pobres, es de un deseo inconsciente de universalizar esa cruel condición. Justifican su oscuro designio señalando una causa primera de la pobreza. ¿Cuál? La usura, la codicia y la rapacidad de los ricos. A partir de ahí proponen una revolucionaria estrategia: la lucha abierta, pues sí, contra todos los privilegiados. El plan incluye una serie de medidas puntales: la oposición a las inversiones del exterior, la desincentivación de la iniciativa privada, la progresiva apropiación de los medios de producción por parte del Estado, el burocratismo obstruccionista y, sobre todo, la concentración antidemocrática de las decisiones en el aparato del poder (de ahí la operación de acoso y derribo del antiguo entramado institucional pretextando, como hacen ahora los acaparadores de la 4T, que es una estructura al servicio de los “rentistas y los potentados” de siempre).
Al final no sólo acaban, en efecto, con los ricos (sin mayores consecuencias para los grandes acaudalados porque son los primeros en emigrar) sino con la propia riqueza de toda una nación. Esto no es un cuento, oigan. Es tan real como Cuba… y Venezuela.
No solo acaban, en efecto, con los ricos, sino con la propia riqueza de toda una nación