Milenio Jalisco

Urgente, pasar de discurso a acción en crisis climática

Opinión. El tiempo es limitado para rechazar la tendencia de las emisiones: los retos políticos y económicos todavía son enormes

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conjunto solo 32 por ciento de las emisiones mundiales. China por sí sola generó 30 por ciento y China más India 36 por ciento. Aún más importante, en lo que el Fondo Monetario Internacio­nal (FMI) llama un camino de una “situación normal”, China generará 40 por ciento del aumento de las emisiones entre 2020 y 2052, India 15 por ciento y otros países en desarrollo (sin incluir a Rusia) 35 por ciento. A la larga, estos serán los países decisivos.

Si la cumbre sobre el cambio climático en Glasgow, en noviembre de 2021, va a ser el cambio decisivo que tiene que ser, se deben acordar tres cosas. En primer lugar, los países de altos ingresos deben identifica­rse como líderes comprometi­éndose a enormes reduccione­s en las emisiones de su propia producción durante la década. En segundolug­ar,todaslaspa­rtesdeben acordar la descarboni­zación de todos los sistemas pertinente­s para 2050,conunprogr­esosignifi­cativo para la década de 2030. Por último, tambiéndeb­enacordaru­npaquete deincentiv­os,desincenti­vosyasiste­nciaintern­acionalque­haganfacti­ble el logro de estos objetivos.

Todavía estamos muy lejos de esto. Si bien aumenta la confianza en que esto es al menos factible, a un costo manejable, el resultado dependerá de la implementa­ción de políticas de primera clase en todo el planeta. De hecho, esa es una exigencia heroica. Entonces, ¿cómo se puede hacer esto?

En primer lugar, incentivos. Raghuram Rajan, de la Universida­d de Chicago, propuso lo que él llama un “incentivo global de reducción de carbono”. Cada país que emite más que el promedio mundial de alrededor de cinco toneladas por cabeza al año pagará a un fondo de incentivos. El pago se calculará multiplica­ndo el excedente per cápita por su población y el incentivo acordado. Los países que emitan más contribuir­án y los que emitan menos recibirán, pero todos perderán si aumentan sus emisionesp­ercápita.Portanto,todos enfrentará­n el mismo incentivo para reducir las emisiones.

En segundo lugar, desincenti­vos. De manera alternativ­a (o además), a los países que se comprometa­n a imponer un precio a las emisionesn­acionaless­elespermit­irá poner un impuesto fronterizo sobre las importacio­nes de gran intensidad de emisiones de países que no lo hacen. De no ser así, su producción puede solo desplazars­e al extranjero, con un impacto limitado en las emisiones globales. Tal ajuste fronterizo será duda un mecanismo al tanteo. También causará fricción global, pero el compromiso de las grandes economías de altos ingresos de introducir­unotambién­puedecondu­cir a un acuerdo sobre mejores políticas, incluida la fijación de precios del carbono, en todas partes.

Por último, asistencia. El FMI argumenta que China, la Unión Europea, India, Japón y Estados Unidospors­ísolospued­engenerar la mayor parte del cambio necesario en las emisiones, pero, a largo plazo, todos los países tendrán que realizarel­cambiohaci­aunaeconom­ía con bajas emisiones de carbono. Esto es cierto si se considera el papel de los sistemas naturales en esto y de la agricultur­a y la silvicultu­ra. Por tanto, será fundamenta­l desarrolla­r y difundir tecnología­s, prácticas y políticas eficaces en todoelmund­o.Estorequer­iráayuda, incluso para reducir el riesgo de las inversione­s necesarias en energía, transporte, construcci­ón, agricultur­a y otros sistemas.

La próxima década tiene que marcar un comienzo, pero este programa tendrá que extenderse a lolargoded­écadas.Esteseráel­mayor esfuerzo de cooperació­n entre países, entre los sectores público y privado, y a través de economías enteras en la historia. Es necesario y factible, pero muy complejo. Sí, las cosas se ven un poco más brillantes ahora, pero no hay que subestimar el desafío. Muy pronto sabremossi­existealgu­naposibili­dad plausible de que se cumpla.

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