20 años de PISA: ni panacea ni neocolonización
El fin de semana pasado trascendió en redes y medios que México dejaba de participar en la Prueba PISA, instrumento diagnóstico de habilidades y competencias globales aplicado por 87 países a jóvenes de 15 años. Hubo indignación de muchos ante la especulación, pero también celebración de otros que argumentan que es un instrumento “mercantilizador” y “neocolonizador” -lo que sea que eso signifique en un hiperglobalizado e hiperconectado Siglo XXI.
Fue el propio Presidente de la República quien desmintió los rumores y confirmó que el país continuará participando en este ejercicio internacional. Empero, y al margen de filias y fobias, ante la coyuntura es relevante preguntarnos ¿Qué ha pasado en 20 años de aplicación de esta prueba? ¿Hemos mejorado? ¿Hemos aprendido?
Si bien no hay mejoras significativas, tampoco caídas estrepitosas. Del 2000 al 2018 México ha mejorado ligeramente en matemáticas: pasando de 387 a 409 puntos, de 600 posibles. En ciencias y en lectura estamos prácticamente estancados: 419 y 420 puntos respectivamente.
En la primera edición de PISA ocupamos los dos últimos lugares junto con Brasil, eran 31 países; ahora, con 87 naciones México ronda el lugar 50 en las tres áreas evaluadas. Nos codeamos con Bulgaria y Perú; y vemos muy de lejos a China, Corea o Irlanda.
Los alumnos mexicanos se ubican, en promedio, en el nivel 2 de 6, siendo 1 el más bajo. Esto implica que 66% de nuestros jóvenes de 15 años no son capaces de resolver problemas de la vida cotidiana (aquí y en China), más de allá de operaciones sencillas con sumas y restas.
En otras palabras, cuatro millones de estudiantes de secundaria no sabrían interpretar que, por ejemplo, 0.5, 50% y ½ son la misma cantidad expresada en distintas formas. Esta es la verdadera tragedia educativa, no las chocantes comparaciones con Finlandia.
Qué bueno que, aparentemente, seguiremos participando en PISA. Sin embargo, y más allá de los encabezados sensacionalistas de algunos medios cuando se publican los resultados, debemos aprender a usar mejor la evidencia para transformar el sistema. Comenzando por mejorar las condiciones docentes, de las más precarias de la OCDE.
Debemos aprender a usar mejor la evidencia para transformar