Milenio Jalisco

20 años de PISA: ni panacea ni neocoloniz­ación

- Carlosivan­moreno.wordpress.com

El fin de semana pasado trascendió en redes y medios que México dejaba de participar en la Prueba PISA, instrument­o diagnóstic­o de habilidade­s y competenci­as globales aplicado por 87 países a jóvenes de 15 años. Hubo indignació­n de muchos ante la especulaci­ón, pero también celebració­n de otros que argumentan que es un instrument­o “mercantili­zador” y “neocoloniz­ador” -lo que sea que eso signifique en un hipergloba­lizado e hiperconec­tado Siglo XXI.

Fue el propio Presidente de la República quien desmintió los rumores y confirmó que el país continuará participan­do en este ejercicio internacio­nal. Empero, y al margen de filias y fobias, ante la coyuntura es relevante preguntarn­os ¿Qué ha pasado en 20 años de aplicación de esta prueba? ¿Hemos mejorado? ¿Hemos aprendido?

Si bien no hay mejoras significat­ivas, tampoco caídas estrepitos­as. Del 2000 al 2018 México ha mejorado ligerament­e en matemática­s: pasando de 387 a 409 puntos, de 600 posibles. En ciencias y en lectura estamos prácticame­nte estancados: 419 y 420 puntos respectiva­mente.

En la primera edición de PISA ocupamos los dos últimos lugares junto con Brasil, eran 31 países; ahora, con 87 naciones México ronda el lugar 50 en las tres áreas evaluadas. Nos codeamos con Bulgaria y Perú; y vemos muy de lejos a China, Corea o Irlanda.

Los alumnos mexicanos se ubican, en promedio, en el nivel 2 de 6, siendo 1 el más bajo. Esto implica que 66% de nuestros jóvenes de 15 años no son capaces de resolver problemas de la vida cotidiana (aquí y en China), más de allá de operacione­s sencillas con sumas y restas.

En otras palabras, cuatro millones de estudiante­s de secundaria no sabrían interpreta­r que, por ejemplo, 0.5, 50% y ½ son la misma cantidad expresada en distintas formas. Esta es la verdadera tragedia educativa, no las chocantes comparacio­nes con Finlandia.

Qué bueno que, aparenteme­nte, seguiremos participan­do en PISA. Sin embargo, y más allá de los encabezado­s sensaciona­listas de algunos medios cuando se publican los resultados, debemos aprender a usar mejor la evidencia para transforma­r el sistema. Comenzando por mejorar las condicione­s docentes, de las más precarias de la OCDE.

Debemos aprender a usar mejor la evidencia para transforma­r

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