Milenio Jalisco

Jalisciens­es, atrapados entre balas en Buenavista, Michoacán

Seis trabajador­es del Cefereso 17 en Michoacán, que fueron trasladado­s del centro que cerró en Jalisco, no pueden salir del poblado inmerso en un conflicto entre Cárteles Unidos y el CJNG; las autoridade­s no han intervenid­o

- DIANA BARAJAS

Antonio Ruelas es uno de los cinco jalisciens­es que trabajan en el Centro Federal de Readaptaci­ón Social (Cefereso) 17 en Michoacán y que quedaron atrapados en el municipio de Buenavista, en medio de un conflicto entre Cárteles Unidos y el Cártel Jalisco Nueva Generación. Sus compañeros han pedido al gobernador Enrique Alfaro Ramírez intervenir para que puedan salir, pero la única respuesta que han tenido es que el asunto es de competenci­a federal.

“La persona que nos atendió nos dijo que no era injerencia del Gobierno de Jalisco, pero estamos hablando de trabajador­es jalisciens­es, trabajador­es que son padres, hermanos, hijos, eso es lo que nosotros solicitamo­s, simplement­e el apoyo; nosotros vamos a ir a buscarlos”, expresó Joaquín Mora González, quien labora en el centro penitencia­rio de Michoacán junto con 11 oriundos de Jalisco desde octubre pasado, cuando el Cefereso 2 cerró de manera definitiva y fueron trasladado­s al centro del estado vecino.

Cinco trabajador­es del centro acudieron al Palacio de Gobierno para pedir ayuda a las autoridade­s estatales. Hace más de una semana tomaron su descanso mensual y llegaron a visitar a su familia en Jalisco, pero ya no pudieron regresar por el conflicto en Buenavista. A través de mensajes y llamadas han sido testidad, gos de la desesperac­ión y temor de los compañeros.

Ante la negativa de las autoridade­s federales y estatales de intervenir, planean acudir a Buenavista. “Si el gobierno y el órgano desconcent­rado no se mueve, nosotros lo vamos a hacer; deben entender que en tiempos de guerra lo primero que se acaba son los alimentos, después el agua, después empiezan los apagones y sistemas de comunicaci­ón”, dijo Joaquín, quien reconoció que la hazaña podría costarles la vida, “cuando ingresamos todavía me queda bien clara la frase que nos dijeron ‘ninguno de ustedes es negociable’, mis compañeros no son negociable­s, pero sí son rescatable­s”, sentenció.

Su colega, Antonio, aceptó la transferen­cia a Michoacán porque no quería perder su antigüepue­s tiene más de 20 años en el área administra­tiva y su familia depende de él. El costo de continuar con su trabajo, ha sido poner en riesgo su vida.

El pasado 11 de julio, Antonio y cinco de sus compañeros aprovechar­on su día libre para comprar alimentos en Buenavista. Estaban en un puesto de tacos cuando miembros de la delincuenc­ia organizada abrieron fuego en contra de civiles.

“Estábamos ahí y de repente llegaron y fue un caos tremendo, de hecho una bala nos rozó a mi compañero y a mí, afortunada­mente solo nos pasó cerquita; atravesó una cortina de esas de acero, ¡la atravesó!, pasó unos metros adelante y una persona que se estaba tomando el pecho de desesperac­ión y de susto le pega en un anillo que traía, y ahí queda la bala, la juntamos del

“Si el gobierno y el órgano desconcent­rado no se mueve, nosotros lo vamos a hacer” Joaquín Mora

Trabajador que busca apoyo para sus compañeros

“Decepciona­do de un gobierno que no tiene control y se da cuenta uno de lo que sufre realmente la población de esta zona” Antonio Ruelas

Trabajador atrapado

suelo”, narró.

Él y otras 40 personas se resguardar­on en un baño público hasta que terminó el conflicto. Tres horas después, Antonio y sus compañeros se fueron en automóvil al departamen­to de otro colega. A la una de la mañana, creyendo que había cesado el fuego, comenzó otro enfrentami­ento, “un tiroteo de casi dos horas”, recordó. Cinco días después, perdieron la cuenta de cuántas balaceras habían pasado.

Hace más de una semana, Antonio está encerrado en el departamen­to con otras 12 personas. Solo ha salido a la calle una vez para comprar comida, un garrafón de agua, sopa instantáne­a y pan es todo lo que pudieron conseguir porque las tiendas de abarrotes quedaron casi vacías ante las compras de pánico de la población.

A lo largo de estos días han racionado la comida porque no saben cuándo terminen las balaceras, pero pan y café es todo lo que les queda. Además del hambre, el calor y hacinamien­to han hecho del encierro algo insoportab­le, “estamos en un cuartito sudando porque el calor aquí es caliente, no tenemos ventilador­es, aire acondicion­ado, nada por el estilo. Sí queremos respirar un poco de aire, pero es un pueblo donde no se puede respirar al aire libre porque está el riesgo a flor de piel”.

Su único contacto con el mundo exterior es su celular. A través de mensajes, Antonio cuenta lo que sucede en Buenavista, pero no le ha dicho a su familia: “Apenas mi familia se va a dar cuenta, no la he querido preocupar y espero que me entiendan… realmente estamos muy asustados, muy muy asustados. Nos llegan rumores de todos lados que están tocando las casas y que se meten”.

Ruelas, como lo llaman sus amigos, solía visitar a su familia en Tlajomulco una vez al mes y ahora no sabe cuándo podrá verlos porque las carreteras están bloqueadas y los tiroteos parecen no tener fin.

Aunque el miedo y temor lo invaden, considera que no es buena idea que sus colegas intenten rescatarlo, mencionó que ni el gobierno puede contra el armamento y equipo de Cárteles Unidos y el Cártel Jalisco Nueva Generación. “La verdad, decepciona­do de un gobierno que no tiene control y se da cuenta uno de lo que sufre realmente la población de esta zona, la pobreza que se vive y en las condicione­s que está y que se supone que ha estado todo este tiempo”, finalizó Ruelas.

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ESPECIAL En la entidad han quemado camiones en la carretera Uruapan-Cuatro Caminos.

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